Personajes
Ema, la novia de Freud
Hugo, el vendedor de libros
Charles Darwin
Antoine de Saint Exupéry
Adela, la cantante lírica
El amanecer en el desierto, a orillas del mar. Llega Charles Darwin empujando su carrito-laboratorio. Abre uno de sus innumerables cajones, toma una hoja de pergamino y echa un vistazo a sus probetas, cerciorándose de su contenido. Al mismo tiempo escribe una nota, buscando no olvidar ningún detalle.
CHARLES- Ema.
Llega Ema, silenciosa. Distante.
Ema.
no hay respuesta.
Estoy escribiendo una carta, Ema. Es un pedido de insumos a Inglaterra: a la sociedad científica de Londres.
EMA- Ah.
CHARLES- En efecto. Necesito una provisión de triabosis en solución alcalina al tres por
mil.
Pensaba si por el mismo correo no quiere usted enviar algún mensaje a Berlín.
EMA- No.
CHARLES- Disculpe, pero teniendo en cuenta las distancias entre Londres y Berlín...
viendo estos territorios, puede decirse que las dos ciudades están una al lado
de otra. Por demás, como necesito las drogas con cierta, digamos, “premura”,
el mensaje ha de llegar rápidamente.
EMA- No necesito ninguna carta. Gracias. Me vienen a buscar.
CHARLES- Como usted desee.
Charles terminaba su nota. Revisa entre sus probetas y coteja. De uno de los cajones saca una botella vieja y mugrienta. La limpia un poco.
Ema busca el mejor lugar para su sillón hamaca.
CHARLES- ¿Qué hace?
EMA- Tal vez hoy el sol no salga, Charles. Una nube, allá.
CHARLES- Sombras del amanecer en el horizonte.
Bueno, creo que el mensaje está listo.
Se oye un ruido descomunal, lento: algo gigantesco que desmorona, desplomándose pesadamente. Ni Charles ni Ema hacen caso. Charles mete su papel en la botella y la tapa con su corcho a pruebas de largas travesías. Luego se aproxima a orillas del mar.
Llega el vendedor de libros, a toda velocidad. Trae su gran maletín:
HUGO- Ema!
Profesor Darwin...
Ema, mire lo que he encontrado para usted. “La etapa ezquizo-paranoide en el
Niño, el conflicto pecho bueno-pecho malo y las ansiedades persecutorias. Un
Estudio exploratorio”, por el licenciado Pedro Eusavio de De las Cuevas. Tome.
Ema, tome. Lo conseguí. Es suyo. Es para usted.
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EMA- No.
HUGO- Profesor, qué hace!
Charles mira la hora en su reloj de bolsillo. Luego tira la botella al mar. Se oye el canto lento de las olas.
CHARLES- Envío una nota de pedido a Londres. Es urgente.
Charles vuelve a su laboratorio: comienza a trabajar.
HUGO- Pero qué está haciendo? Eso es completamente inútil. ¡Una botella al mar, nada
Menos!!
CHARLES- Ah, sí? . No me diga, jovencito. Nadie puede impedir que un mensaje marino
Llegue.
El destino respira como el mar.
HUGO- El mar respira con la voz de los niños ahogados, profesor. Y pronto llegará el día,
otra vez.
CHARLES- Total, ya lo hice, no es cierto?
HUGO- ¡Ema!
Acepte el libro. Por favor!
EMA- ¡No!
HUGO- Pero, ¿por qué?
EMA- Por qué. Por qué!
Mi Sigmund no estaría de acuerdo, señor. Él es muy severo. Estricto.
Y está por llegar: Viene, se acerca y encuentra que tengo entre las manos un
ejemplar de... ¿cómo se llamaba eso?...no...no importa. Entonces, hágame el
favor, ¿quiere?
HUGO- Pero, Ema...escúcheme...se lo ruego...si el doctor Freud...en realidad..
¡bueno, basta!: cuándo va a escucharme de una vez por todas!
Un poco más y el sol llegará y estará allí, colgado del cielo: el sol, allí, arriba,
que seguirá succionando el potasio de la tierra!. Por todas partes, en todos los
rincones, el sol ha abierto su herida y devora el potasio, y sin potasio la tierra se
está desintegrando, se quiebra: se convierte en islas!!
Ema!. Y usted profesor, me oye?!: Claro que me oye?
Ema, antes de llegar, en ese momento, terminaba de hundirse Río Gallegos!. ¡Los
Sobrevivientes de Bariloche corrieron al lago, pero el sol ya había convertido el
agua en cristales!!
Y pronto, todo el mar será lo mismo: cristales salinos, mientras caen los rayos y se
tiñen de plomo!
Otra vez, el mismo sonido enorme y lento.
Hugo recibe un aviso por el comunicador inalámbrico que porta en la cintura:
VOZ- Vendedor 17!. A Escuela 235!: 23 enciclopedias, 37 diccionarios polilingües, 24
enciclopedias summa artis, 27 tomos de la Eneida!
HUGO- Tengo que partir, Ema.
Ema se encoje de hombros, Hugo se está yendo:
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EMA- En Berlín es otoño.
HUGO- ...Ema... yo quiero explicarle que yo... por usted
Hugo, tímido, no puede concluir su frase. Sale a la carrera, llevando su maletín
EMA- El otoño en la plaza de Alejandro viene con la campanita de los tranvías.
Sí. A Sigmund le gusta salir a pasear cuando concluye la labor en el consultorio.
Le admira ver la manera en que los obreros toman su bolso cuando salen del trabajo.
“Ema”, me dice, “si yo no me dedicara a la medicina, quisiera saber fabricar gorras”.
Entonces dirige sus ojos tristes a los paseantes que piensan en un buen vaso de
cerveza. Y yo le contesto: “-pero Sigmund, tu eres psicólogo, qué cosas dices!”: y el
se sonríe. Se inclina, recoje una hoja amarillenta y recorre sus nervaduras con las
yema de los dedos: observa el bosque, luego gira y me mira los labios: “-te casarías
conmigo, Ema?
Llega la luz solar. Cuando Charles lo advierte se cubre la cabeza con algún sombrero extraño. Como ve que Ema no hace lo mismo, corre y trata de cubrirla. Pero Ema vuelve a descubrirse de inmediato:
“-Te casarías conmigo, eh?”
CHARLES- Ema, por favor! El sol ya salió: cúbrase, ¿quiere?
EMA- ¡“- Y tú, aprenderías a bailar, Sigmund?”!
CHARLES- No puedo ocuparme de usted, Ema. Protéjase. Tengo trabajo en el laboratorio,
tengo que continuar y ...
EMA- “-Yo, a bailar?. Ema, no, por favor, que nos están viendo!”
Y Ema baila, en su otoño berlinés. Charles, abstraído, trabaja en su laboratorio.
CHARLES- La composición del suelo, sí, es cierto, cómo no. Pero no podrá ser con etano,
eso sí que no. Pero es lo que debemos comprobar ahora. Sí, veamos un poco.
Eso es señorita Ema, creo haber sido ya lo bastante elocuente, ¿me escucha? :
no son tiempos de juegos, son tiempos de catástrofe. Y usted parece ignorarlo.
No estamos en la beliner Alexander Platz, estamos en la Patagonia, permítame
recordárselo. O, mejor, en lo que queda de ella.
La Patagonia, quién hubiera dicho, ah...
El científico continúa con sus experimentos, sin pausa. Vuelve el ruido con su lentitud devastadora:
Ema! Por, favor: los rayos del sol!
¿Cuál será el curso de las investigaciones de mis colegas en la academia de
ciencias de Postdam y de Pekín?. Habrán ya podido encontrar una fórmula
para detener la pérdida absoluta de potasio en la superficie terrestre?. Son
profesionales altamente meritorios.
Para donde se mire, para donde se vaya, todo es menos que la arena: un
pantano seco que hace desaparecer la vida en cualquiera de sus formas.
Pues bien...lo vi en el curso de mis investigaciones y, si se me permite, creo
que existen posibilidades ciertas de llegar a una conclusión... por eso, lo que
yo quiero demostrar es que... pero será cuando reciba el pedido de Londres,
que precisamente...
Se oye el ruido, en este momento, del motor de un viejo avioncito y las explosiones que
le causa un vuelo en dificultades. Ema se detiene, deja de bailar:
3
EMA- Allá!
Profesor Darwin...!
Charles, un avión...!
CHARLES- ¿Qué dice usted?
EMA- Allá, le digo ¡Mire!
Sigmund, aquí estoy...!. Aquí!. Soy Ema. Sí, sí...!
CHARLES- Oh, es sencillamente extraordinario. La Patagonia guarda secretos inagotables
para la ciencia. Un ave gigantesca... vamos a anotar eso, mejor... un ave
gigantesca girando en círculos como en una ceremonia fúnebre: dato a tener
en cuenta: tiene sus alas inmóviles... ah, ja...
El sonido del avión aumenta. Ema continúa llamando a su Sigmund
Bien, veamos a agregar lo siguiente en esta página del diario: hoy, en horas
de la mañana, hemos podido percibir un extraño ejemplar sobrevolando la
costa patagónica: Ave de contextura gigantesca de alas inmóviles y de gran
tamaño, inmóviles, conjeturamos, a causa del siniestro de pérdida de potasio
ya descripto. El ave emite un graznido regular con gritos intermitentes de
volumen diferente. Nota: por su tamaño debe tratarse de un anseriforme
prehistórico sobreviviente.
EMA- No, no!
El sonido del avión decrece, se disuelve entre las olas
Aquí, aquí!
CHARLES- Vuela con gran velocidad.
EMA- Sigmund, por aquí!. Soy Ema...!
CHARLES- Ya vamos a tomar nota de su velocidad, es mejor: este ave desarrolla
una velocidad considerable que por mis aparatos de medición podríamos
afirmar que se encuentra dentro de los 17 nudos, línea de ecuador.
EMA- Sigmund!
CHARLES- Vamos, Ema. El pájaro, como sea que usted lo llame, volverá. Las especies,
aquí, en la Patagonia, incluyendo este ejemplar sobreviviente, usted ya sabe,
las he estudiado muy bien cuando llegué a estas costas con el Beagle, el
barco, hace ya algún tiempo. Lo que quiero decirle es que los pájaros emigran.
Sus migraciones son regulares y constantes, con lo cual el ave regresará una
vez que el invierno concluya. Y ahora, que vivimos un estado de emergencia
extrema, este ave, que por sus características, le explico, es del neolítico, con
más precisión, del neolítico superior, el ave, decía, ha ido en busca de la
primavera. Lo que no sabemos es cuál será su comportamiento cuando
descubra que ya no hay primavera, ni estación alguna sobre el planeta a causa
del potasio.
Llega el vendedor de libros, con su maletín, a toda velocidad:
HUGO- Ema.
Profesor Darwin...
Ema, ¿qué ocurre?
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Hugo se acerca a Ema con otro libro, pero ella lo rechaza:
Ema, yo... pero, rápido, por favor, cúbrase, cúbrase!
CHARLES- Tampoco a mí me ha hecho caso, Hugo.
Pero no se inquiete.
HUGO- ¿Qué ha ocurrido?
CHARLES- Pasó algo que dentro del estado de desastre podría inferirse como previsible:
un ave prehistórica, difícilmente clasificable, por el momento, hasta que reúna
más datos, emitiendo graznidos, apareció sobre el firmamento siendo,
exactamente, las 10 horas 52 minutos...
Luego de consultar su reloj de bolsillo, el profesor Darwin regresa a su laboratorio
HUGO- Sí, sí. Entiendo, profesor...
Ema...
EMA- Era Sigmund.
HUGO- Ema, por favor, escúcheme. Cúbrase y escúcheme.
EMA- Me ha visto, lo sé. Busca una pista de aterrizaje. Y si no es una cuestión aérea
será una barda, una gran meseta, para que el avión pueda carretear. Si no es un
aeropuerto, será una playa...
HUGO- Ya no hay aviones en la Patagonia, Ema.
EMA- Se abrirá la portezuela, descenderá la escalerilla:
“-Dónde está Ema?
-Por aquí, Doctor Freud. Lo ayudo a descender?. Qué tal el viaje?
-Bien, gracias. Creo que las rosas que traje para Ema no sufrieron demasiado.
Vengo a buscarla. Vamos a casarnos. Estoy un poco cansado. Aún en avión
el viaje desde Berlín es algo largo...”
HUGO- Ema. Ema, mire lo que le he traído. Fíjese. Es un solo instante. Véalo, es algo
que le va a gustar...
EMA- “... Por aquí, Doctor Freud.
-¿Dónde está Ema?
-Primero, Por favor, los trámites de migraciones de aduanas.
-Sí, de acuerdo. Pero yo no voy a permanecer más que unas horas. Nos esperan
en Berlín, la ceremonia ya está preparada: tengo que ver a Ema. Es mi
colaboradora y asistente en mi consultorio y pronto será mi esposa...
-Sigmund... aquí estoy...!”
HUGO- Ema,tome. Mire. El título es “La neurosis fóbica a través de sus implicancias
Relacionales, en el triángulo padre-madre-hijo”, por el licenciado Pedro Eusavio
de De las Cuevas. Le va a gustar. Se va a entretener.
Ema toma el libro y lo tira con violencia.
EMA- Salga de aquí. ¡No quiero tratos con un vendedor de libros. Un vendedor ambulante,
callejero!
HUGO- Pero, Ema...
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EMA- Siempre fastidiándome. Siempre molestándome. Insiste y vuelve a insistir para
venderme sus porquerías!
HUGO- No!
EMA- Lleva ese maletín lleno de literatura barata, literatura de fantasía, de perdición. Y
lo peor es que yo sé, a mí me consta, que usted no sabe nada de libros. Para usted un
libro es pura mercadería...!
HUGO- No, Ema. Por favor, eso no es cierto...
EMA- ...Pura mercadería, que entrega a cambio de monedas y créditos sobre la ilusión!
A eso llama “un libro”!. Pues tendrá que saber, señor, que la obra que se ocupa de
la teoría del campo psicológico es la del doctor Sigmund Freud!
HUGO- ¡ Han quemado la obra de Freud, Ema!
EMA- Miente!
HUGO- No miento, no!: en Berlín levantaron una pira con libros y le prendieron fuego!.
En esa pira tiraron los libros del doctor Freud, también. El quería salvar unos
manuscritos. Lo ha intentado.
EMA- ¡Cállese!
HUGO- No puedo callarme. Le pido disculpa, Ema. Pero no puedo. El doctor Freud
envolvió sus manuscritos, reunidos durante años, en papel de carnicería, y los ató
con soga de cordeleros apátridas. Partió en el tren nocturno hacia Leningrado y
cuando llegó, al dejar atrás la estación central, no conocía qué calle tomar: llegó
a orillas del río Neva: no había nadie. Encontró un grillo y él le dijo que era Lenín
y lo invitó a jugar una partida de ajedrez. El doctor Freud dejó el grueso paquete a
su lado, se quitó el grueso capote para cubrir sus páginas. Creo que el grillo le
ganó la partida y lo condujo a un lugar seguro.
Pero, ¿existe Leningrado todavía o ya no es otra cosa que un puñadito de arena
que dibuja lágrimas en el rostro de un ciego?
EMA- Usted no sabe lo que está diciendo.
HUGO- Sí. Tal vez no sepa lo que le estoy diciendo. Porque no sé si soy yo, Hugo, quien
le habla o es mi ...mi... Ema... yo... escúcheme... por favor...
El vendedor recibe un nuevo aviso en su comunicador inalámbrico:
VOZ- Vendedor 17. A escuela 189: 7 enciclopedias, 11 diccionarios sin tomo
suplementario, ninguna summa artis y segundo volumen, repetido, de
“las ingeniosas historias de Don Quijote de la Mancha”
Hugo ordena su maletín se prepara para partir.
EMA- Miren, allí se va nada menos que Don Quijote!
HUGO- No el Quijote, Ema. Pero Rocinante, su caballo. Sabe?. Los caballos tienen
mirada lateral. Comprende qué significa eso?. Que usted se pone frente a frente
de un caballo y el caballo no la ve. Si usted se coloca, entonces, en el campo
visual de su ojo izquierdo nada suyo será percibido por el ojo derecho. El mundo
del caballo es un mundo de presentimientos, se construye de ausencias. El no
puede nunca llegar a saber si lo que ve es real. Si su realidad, su única realidad
es el galope, es andar; el ritmo sostenido de sus patas hace que todo lo que ve gire,
gire en torbellino y se transforme en una mancha.
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VOZ- Vendedor 17! Escuela 189!: 6 enciclopedias, 10 diccionarios...!
HUGO- ... una mancha, Ema, cuyo nombre es “necesidad”. Ema, ¿qué es la necesidad?
VOZ- Vendedor 17!
Hugo toma su maletín y parte a la carrera.
Vuelve a escucharse el estampido sordo y lento de un desprendimiento gigantesco
CHARLES- ¿Acaso no lo sabe, Ema?: Los niños esperan a Hugo en las escuelas. Los
niños esperan los libros que Hugo les lleva: los leen y así conocen cómo
era el mundo cuando había potasio. De lejos lo ven llegar con su maletín
cargado de libros pequeños y grandes mientras trata de llegar evitando los
lugares que se derrumban, los precipicios que forman nuevas islas... es así
Mientras Charles habla vuelve a escucharse el sonido del avión.
EMA- Yo sabía!
CHARLES- Los niños pasan una página, luego pasan otra, ven los dibujitos y reproducen
las formas en los cuadernos. Pero ya Hugo salió para otra escuela con más
libros.
El ruido del avión es ensordecedor. Charles sigue hablando, pero ya no escucha lo que dice, Ema, feliz, saluda al aire.
EMA- Ahí está el aeroplano!. Tengo que arreglarme un poco, llega Sigmund. Cómo me
va a encontrar así?
Entre su sillón hamaca Ema encuentra un guardapolvo:
Que me encuentre como cada día, en el consultorio, atendiendo cada paciente que
llega a la sala de espera:
“-Si aguarda un instante, el doctor ya lo va a atender, ¿sí?
El guardapolvo de Ema es muy elegante y le queda muy bien:
“-Doctor, llegó el señor Röntgen.”
Y Sigmund pone su mano en mi hombro, eso es un signo de complicidad, claro, y
me dice:
“-Hazlo pasar. Ve. Luego hablaremos tú y yo...eh?”
“-Es que esa idea de abrir un gabinete en tierras australes,
no creo, francamente...”
Un estruendo fenomenal. El avión se ha estrellado: se advierte un resplandor lejano:
¡No!. ¡Sigmund!
CHARLES- Sin duda no se trata del Cygnus nigricollis, no. Tendré que estudiar muy
detenidamente esta especie. Geografía prodigiosa la patagónica. El ave
debe corresponder, por su estructura ósea aparente, a una época anterior
al megaterium. Ahora bien, era bastante curiosa su línea de vuelo buscando
posarse: siempre con sus alas inmóviles perpendiculares a la cabeza también
rígida.
Mientras Darwin hace este comentario científico, Ema va de un lado al otro llamando
a su amor:
EMA- Cayó hacia allá, en la playa!
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CHARLES- Bueno, no son los únicos en hacer su nido ahí. Esto vamos a anotarlo:
Cygnus nigricollis, descartado.
EMA- Sigmund, mi amor!
CHARLES- Ema, Cúbrase, ya se lo he dicho!
EMA- Que está bien, que haya podido aterrizar. Sigmund, respóndame. Y ni siquiera
se ve, entre qué dunas se posó...
CHARLES- Por favor, Ema será mejor que se tranquilice: todo lo que usted ve son
pequeños zorros de tierra que agoniza: islas. Compréndame. Y el pájaro
habrá encontrado una donde todavía queda un poco de arbusto para construir
su hogar...
EMA- Allá!
CHARLES- Qué, Ema...
EMA- Allá! Es Sigmund...!!!. Viene hacia mí...!
CHARLES- ¿Dónde?
EMA- Doctor Freud!. Soy Ema. Sí, amor mío, sí. Estoy aquí. Ten cuidado. Hacia allá,
no, ten cuidado, que la tierra se deshace a cada paso. Así. Despacio. Muy despacio.
Eso es. No. Pon atención, ¿quieres?. Estas no son las escaleras de tu estudio.
Sigmund. Vamos, levántame. Tiene el sombrero puesto?. Cúbrase de inmediato,
el sol gira en agonía. No lo veo. Se perdió. Atolondrado. Sigmund!.
Que no le haya pasado nada. Y ahí se abre justo un precipicio! Sigmund, ¿estás
Bien?. Respóndame!!
Un gran silencio hecho por el sonido de las olas.
Llega Antoine de Saint Exupery, viste su traje de aviador o, mejor, lo que queda de él,
luego del accidente en la playa. Trae su saca de correos:
EMA- Sigmund!
Ema corre hacia el recién llegado pero se detiene bruscamente
ANTOINE- Pardon?
Bonjour, Madame. Bonjour, monsieur.
Mi avión sufrió una avería. Estoy cubriendo el servicio postal patagónico
he encontrado que las condiciones atmosféricas han destruido todos los
aparatos de medición de mi nave...
EMA- ¿Dónde está el doctor Freud?!
ANTOINE- Pardon?
EMA- Usted sabe muy bien: un pasajero de Alemania, el doctor Sigmund Freud!
ANTOINE- Creo que hay una equivocación, Madame. Mi servicio aéreo no transporta
Pasajeros. Transporta mensajes, paquetitos y correspondencia. Y a propósito
de mensajes: al caer en la playa el avión destruyó una botella.
Adentro estaba este papel.
CHARLES- Permítame, señor.
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ANTOINE- ¿Con quién tengo el honor?
CHARLES- Charles Darwin.
ANTOINE- Encantado. Antoine de Saint Exupéry. Perdón, la señora es...
EMA- Retírese
ANTOINE- Disculpe, señora. Pero le repito, no es un servicio de pasajeros, si por mí
fuera....
CHARLES- Al menos no se ha extraviado
ANTOINE- No comprendo a qué se refiere.
CHARLES- Mi nota de pedido a Londres: una provisión de triabosis en solución alcalina
al tres por mil.
ANTOINE- Jamás llegará ese pedido tirando una botella al mar, señor. Permítame decirle
que ése es un método absolutamente inadecuado. Tendría que observar el
océano desde el aire, es un extraño fenómeno: ¡el agua se trastoca en sal!:
¡ha atrapado las naves de los fugitivos y ellos ya no huyen, buscan hacer
puentes entre los transatlánticos para poder encontrar provisiones: algunos
esconden debajo del bote salvavidas las reservas de agua dulce, pero hay
capitanes que comercian con ellas!: así que la botella, con todo respeto,
creo que no es lo más adecuado a las circunstancias. Y qué es lo que quiere
con esa sustancia...?
CHARLES- Muy simple. Con triabosis puede recomponerse el sistema de potasio del
Planeta.
ANTOINE- Pero, doctor Darwin, aún suponiendo, con todo respeto, que lo que usted
afirma sea cierto, con una botella será imposible... si mi avión, en fin...
pero...le aseguro que yo comenzaré a arreglarlo de inmediato.
CHARLES- Un ave del paleolítico, un ejemplar sobreviviente, claro. Comprendo:
¿dónde podría ir entre los rayos del sol que abren llagas en los animales,
en los ríos, en la espesura?: el efecto sobre los seres animados y el mundo
mineral se ha extendido: el mismo clima en la Tierra del Fuego, el cabo de
Buena Esperanza y en Tasmania. Aún en el estado más imperfecto, el hombre
es la forma animal que, por una cicatriz resultado de una fuerte quemadura,
modificó, de una vez, de una forma permanente, los huesos de la cara... y
entonces, el pobre pajarito, él también...
Charles ha encontrado una nueva botella en su laboratorio. Vuelve a colocar el mensaje y lo arroja al mar. Luego mira su reloj de bolsillo:
... pero, como científico, advierto que una segunda quemadura por ausencia
de potasio, será la extinción de la especie. Cúbrase el rostro, Ema!. Señor,
haga lo mismo, de inmediato...!
ANTOINE- ¿Cómo dijo que se llama la señorita?
CHARLES- La señorita se llama...
EMA- Ema
9
ANTOINE- Ema?
EMA- Krankheit.
ANTOINE- Permítame que revise mi correspondencia, por que yo creo que... Lo que
ocurre es que con el accidente se desordenó un poquito. Veamos, sí me
parece que... Ema Krankheit, yo creo que... hay una, tal vez, veamos un
poco... el Perito Moreno, lago Nahuel Huapi, ésta no... Juan Benigar,
Aluminé, tampoco, ésta no, ésta no... Sayhueque, Junín de los Andes,
tampoco... Martín Bressler, unidad penitenciaria Neuquén, no: general
Julio Argentino Roca, Fortín y tercera retreta, no, ésa tampoco... ah, sí,
no me equivocaba... ¿Berlín, señorita?... Fräulein Ema Krankheit...
¿ja?, señorita, por favor, firme aquí... reciba la carta, por favor...
Ema permanece inmóvil
... se lo ruego... es mi trabajo. Usted tiene una carta. Bueno, qué hago?.
La dejo aquí?. ¿Sí?. Me permite, doctor?
Darwin no contesta absorbido por su trabajo. Apenas se corre un poco y Antoine apoya el sobre en un lugar bien visible:
Bien, allí está. Luego me firmará la planilla, ¿de acuerdo?
Llega Hugo a toda velocidad con su maletín de vendedor
HUGO- Ema! Ema tengo algo para usted. Mire lo que rescaté!
Hugo toma un libro de su maletín. Está agotado, ha llegado a toda velocidad como nunca antes:
Mire, Ema!: “Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad”, de Sigmund Freud!
Tome. La catástrofe ha hecho que la cubierta esté algo quemada, pero el interior
está intacto. Es suyo.
Tome. Tómelo, Ema.
Hugo consigue que Ema reciba el libro. De inmediato ella, lo tira. Nuevamente llaman
a Hugo:
VOZ- Vendedor 17. A escuela 489:5 enciclopedias, tres tomos suplementarios, ningún
Diccionario, segundo tomo de la Odisea, versión resumida!
Hugo parte de inmediato.
ANTOINE- Señorita Ema. Allí tiene su carta. Léala.
EMA- ¡No!
ANTOINE- Léala y después me firma la planilla, ¿sí?
EMA- No!. Yo no espero carta. No es una carta la que ha de venir a buscarme!
Antoine ha encontrado una carpeta. La abre, se acomoda y comienza a escribir.
Papeles metidos en un sobre que al ir de un lugar a otro cambian el lugar de las
letras, porque el movimiento que las sacude es constante: una abre una carta y las
letras se resbalan: van del recuerdo al olvido. Y cada letra busca la palabra
“invierno” para que el viento te abra la camisa cuando el sueño no te deja respirar.
Ema no sabe si buscar su cartera o no: tomarla o dejarla donde está.
Una carta para Ema. Como si Ema fuese una niña a punto de abrir una cajita de
música.” –Eres tú, Sigmund?. Me sonríes o no me sonríes?. ¿ Volverías a escribir
la misma carta si supieras en qué momento exacto voy a abrirla?
10
Ema guarda la carta entre sus ropas.
Llega Hugo, a la carrera. Con su maletín y una pieza mecánica
HUGO- Señor Saint Exupery?: tome
Antoine estaba abstraído, escribiendo.
ANTOINE- ¿Cómo, qué me trae?
HUGO- Una parte de su avión, señor. Las piezas... puede reconocerlas en una playa
cercana, rodeadas de algún arbusto
Entre su trabajo de laboratorio, sin interrumpirse, Darwin comenta:
CHARLES- Un nido, como lo suponía.
ANTOINE- ¿De qué habla?. ¿Qué nido?
HUGO- Es un gran investigador.
ANTOINE- Sí, por supuesto: el gran naturalista que recorrió las costas de la América
del sur, por el Atlántico y el Pacífico; que, de las islas Galápagos llegó a
Australia, hacia 1830, cruzando luego el cabo de Buena Esperanza... sí,
claro, pero lo que no logro entender es...
HUGO- Lo que usted no comprende yo se lo explico: En realidad, cuando Darwin llegó
a la región de Tierra del Fuego, los marineros de Beagle, el barco en el que hacía
su gran travesía de estudio alrededor del mundo, se rebelaron: estaban hartos ya de
no poder andar en cubierta calentándose un poquito. El profesor había llenado
todo de huesos, plantas, arbustos, huevos de avestruz, carpetones de clasificación,
amuletos, boleadoras, lomos de carpinchos, pedazos de Negalonyx dispersos a
babor y estribor. Entonces lo tiraron, lo echaron del barco con todas sus
pertenencias. Quedó solo en el mundo. No tan solo. Porque lo recogió una familia
de pingüinos. Buena gente, los pingüinos. Le dieron de comer. Le enseñaron a
ponerse aceite para protegerse del frío. Le enseñaron a zambullirse en el mar para
cazar y las canciones para enamorar cuando llega la estación para aparearse. En
realidad, el profesor Darwin no cree que el hombre descienda del mono. El
sostiene otra cosa, pero no la dice mucho, porque nadie le creería.
ANTOINE- Ah... ¿Usted conoce de aviones?
HUGO- Sí, cómo no!: yo conocí a un sobrino de Jorge Chávez a quien Jorge Newery lo
invitó a ir a dar una vuelta para ver el Río de la Plata desde arriba, pero cuando
iba a subir al avión se asustó y no quiso.
ANTOINE- Sí... pero...
HUGO- Con el tiempo fue encargado del galpón en el aeródromo de Salsipuedes...!
ANTOINE- Ah. Sí, comprendo. Porque voy a necesitar que alguien me ayude a rearmar
el avión.
HUGO- Para lo que guste mandar, mi amigo. Aquí estamos para ayudarlo. Eso que tiene
ahí, ¿es el plano del aparato?
ANTOINE- No exactamente. Es el borrador de mi último libro. Todavía no terminé...
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HUGO- Su último libro, claro. Yo tengo varios títulos suyos en mi catálogo. Los piden
Bastantes. ¿Y cómo se va a llamar su último libro?
ANTOINE- No tiene título, todavía. No sé. Estoy pensando. Precisamente, estaba
trabajando alrededor de una frase. Creo que será una buena síntesis para
mi obra: “lo esencial es invisible a los ojos”
HUGO- ¿Cómo dice la frase?
ANTOINE- “Lo esencial es invisible a los ojos”
HUGO- Eso es una barbaridad. Una frase atroz, una frase llena de terror!: todo aquello que
es esencial se ve bien clarito!: los continentes, las selvas, los valles, las montañas, el desierto, la estepa: todo está quemado por el sol que les extrae el potasio! La vida se extingue y entonces los sobrevivientes buscan la Patagonia, el último rincón del planeta!. Pero no es así. La Patagonia ha comenzado a desmembrarse, a partirse en islas donde se reúnen los que hasta el momento van salvándose, todos bajo el sol de la muerte, sin otra suerte que la espera de un nuevo hundimiento...
Se oye, otra vez, el sonido lento y devastador que paraliza la atmósfera.
Oye?: pues allí está lo esencial, que es absolutamente visible. El estrago colectivo, mensurable, regular, constante, creciente: La naturaleza caníbal que gime ante su completa desaparición!. No, Saint Exupery, quite esa frase de su libro. Aquello que es esencial, por su misma razón, por su propia ley, es íntegramente visible. Mire el sol, comienza ya a inclinarse sobre el horizonte: es el costillar de un animal decapitado, rodeado de moscas. Y el horizonte, como una guillotina, se tiñe de sangre porque no hay verdugo que limpie su acero todavía húmedo, todavía caliente!
ANTOINE- En mi vuelo, allá, sobrevolando el corazón de la miseria, Monsieur, cruzando
las nubes que se deshacen entre el potasio, formando una superficie gris azulada con el que el sol abandona la tierra, veo a hombres y mujeres luchar en sus islas rodeadas de abismos en ignición, buscando que sus criaturas no caigan en los precipicios que se abren uno detrás de otro!. Y esa fuerza arrancada del horro, esa fuerza por no abandonarse, qué es!. Díganmelo!: de dónde sacan esos seres la voluntad de hacer de su agonía y el estrago un
puñado de tenacidad!
HUGO- La toman de sí, de lo que reconocen con sus propios ojos: en condiciones
extremas, el los límites de la vida, el corazón genera un tejido de protección y sobre él se forma otra capa y otra, y el corazón se transforma en una estrella que sólo vive en la estación del silencio, cuando su luz tenue se dispersa como el frío!!
Un gran silencio, entre las olas del mar.
ANTOINE- Voy a decirle algo. Este vuelo de correo me llevaba a Viedma, pero Viedma
ya no existe, aprisionada entre los cristales del océano. Entonces mi avión cayó allí, usted ya sabe dónde...
HUGO- Continúe, lo escucho.
ANTOINE- Es que no sé...
HUGO- Vamos, dígame.
Charles presta atención a las palabras de Antoine.
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ANTOINE- Cuando los aparatos de mi aeroplano, los de navegación, digo, se detuvieron
por completo y yo ya no tenía el curso de navegación... allá, hacia el poniente, vi un pequeño planeta, suspendido en el horizonte.
HUGO- Claro, sí, perfectamente comprensible. Tranquilícese: pronto llegará la noche. La
noche, sabe, y podremos descansar, salir, dar unos pasos y ...
ANTOINE- No, no!: ése era un planeta y en él habitaba un hombrecito pequeño, ¿oye?.
Por eso, luego del accidente, lo primero que hice fue tratar de escribir en mi libro el lugar preciso, la ubicación... Habré que volar hacia allá. Arreglar el avión, primero.
Ema toma la carta que recibió.
HUGO- Arreglar el avión...
ANTOINE- Para que todos nos vayamos al planeta.
Ema parece estar decidida a romper el sobre y leer la carta.
HUGO- Habrá que reunir las piezas y el instrumental que quedó en la playa.
ANTOINE- Naturalmente. Y entonces sí, luego, todos a volar...!
Desde el teléfono inalámbrico se oye:
VOZ- Vendedor 17!. A escuela 278!: segundo tomo repetido de diccionario, ninguna
enciclopedia, ninguna summa artis, anulado el pedido de Cervantes, un extracto de
la comedia de Dante. Luego, fin de sus servicios. Repito: fin de sus servicios!
HUGO- ¿Qué? ¡¿Que mi trabajo se terminó?!: eso es imposible. Algo muy raro está
pasando: mi trabajo es fundamental: los niños necesitan los libros!!
ANTOINE- Hugo, venga, iremos a la playa a buscar las piezas y después, usted conmigo,
poco a poco, iremos...
HUGO- No. No puedo...!
ANTOINE- Sí que puede!. Y en el avión, antes de ir haca el planeta, iremos más rápido a
esa escuela...
HUGO- En avión...En avión, me dice?
No. Pero no puedo. Dígale al profesor Darwin que lo ayude. Pídale a Ema: están
por quitar los libros a los niños. No puedo permitirlo, no!
Hugo sale a la carrera.
ANTOINE- No entiendo. En mi avión ya estaríamos allá.
¿Profesor Darwin?
Darwin está abstraído en su laboratorio.
¡¿Profesor Darwin?!
CHARLES- No necesita gritar. Un laboratorio precisa de silencio. Es el hogar de la
ciencia. Aquí nadie eleva la voz, sólo así podrá escucharse el mundo de lo que aprendemos cada día.
ANTOINE- Discúlpeme. Necesito su ayuda.
CHARLES- Dígame.
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ANTOINE- Se trata de mi avión: tenemos que arreglarlo. De esa manera todos podremos ir
a un planeta que descubrí, donde vive un hombre chiquitito y ...
CHARLES- ¿Un avión?: nunca escuché esta palabra. ¿De qué me está hablando?. Le ruego
que comprenda, jovencito: la noche está llegando, y en el actual estado de las cosas, en medio de este desastre de proporciones planetarias, no es el momento de importunar a un investigador en su estudio!
ANTOINE- Un avión es... un avión, ¿cómo le explico?. Un avión es una máquina que
vuela!
CHARLES- Joven, ay, joven!: descanse. Y tome esta medicina. A ver, espere un poco. Por
aquí yo tenía, sí, arbustos patagónicos. Son excelentes para los estados de demencia pasajera. Tome: chupe esto.
Antoine chupa la hierba y, a causa de su sabor asqueroso, escupe acto seguido:
ANTOINE- ¿Pero qué estoy haciendo, yo?
Señorita Ema, necesito su ayuda.
EMA- Qué.
ANTOINE- Tenemos que armar el avión, señorita y...
EMA- Ah, sí?
ANTOINE- Tiene que ayudarme, por favor. Tenemos que ir hacia aquella playa e ir
trayendo una a una las piezas y los instrumentos...
EMA- ¿Quiere un consejo?: llame a los mecánicos.
Antoine, resignado, se va.
Ema, entonces, abre el sobre. Lee la carta. Lego va haca el sillón hamaca y se sienta.
Mira el horizonte infinito en absoluto silencio.
Darwin está abstraído en su laboratorio.
Una emanación de potasio, en forma de humo que se difunde con lentitud, aparece en la superficie. Ema ha comenzado a hamacarse.
Llega Adela, elegante con su gran sombrero de plumas grises y blancas:
ADELA- ¡Esto el colmo!
CHARLES- ¡Ya lo creo!
ADELA- Nadie ha venido a recibirme!. Me invitan, me telegrafían y me ofrecen un
contrato. Yo llego y no hay nadie esperándome en el puerto. Días en el muelle, a
merced de espías y contrabandistas, sin que el empresario se haga presente...
Antoine regresa trayendo un pedazo de ala y algunas herramientas.
ANTOINE- Bonjour, Madame.
ADELA- Ah, c`est vous, finalment!
ANTOINE- Moi?
ADELA- Sí, usted!
Adela canta a modo de presentación:
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ADELA- ...partir, a partir
En el sur la montaña se viste de novia cuando llega el invierno y la luna del
verano se desnuda cuando los marineros sueñan con un país lejano...
Interrumpe su canción y pregunta:
¿Es que nadie va a enviar a buscar mil maletas al muelle?!. Exijo que venga mi
empresario!
Antoine ya se ha puesto a trabajar en su avión
Es que alguien va a recibirme!. Sonno Adela Antonia Campi!. Sonno stata
invitata per inaugurare un grande teatro in Patagonia.
Antoine interrumpe su trabajo, la saluda y continúa el rearmado de su aeroplano.
ANTOINE- Enchanté: Antoine de Saint Exupery.
Llega Hugo a la carrera, ya no trae su maletín. Cruzado al pecho lleva un cinturón de balas y en su cintura, un largo revólver y no un teléfono inalámbrico. Deja junto al avión otro pedazo y se acerca a Ema con una flor:
EMA- Ema. Tenga: Permítame. La encontré. Es para usted. Estaba próxima a ser
Consumida; pero, mírela, conseguí salvarla. Es suya, Ema. ¿Qué le pasa?. ¿Me está
oyendo?. Contésteme, por favor. Es una flor, ¿la ve?, la última; aguarda un poco de
humedad. Deme la mano, tome. Observe sus pétalos.
ADELA- Una flor? Entonces mi empresario es usted! Aquí estoy, soy Adela Campi, la
cantante. Y, ¿Qué está esperando?. Me va a hacer el recibimiento o no?
Adela quita la flor de las manos de Hugo.
Muy bien, dígame dónde están mis habitaciones. Y luego que me acomode iremos al teatro con la orquesta para un ensayo: Teatro Italiano de Trelew, no?
HUGO- Ya no existe, señora. Se hundió. Cayó con gran estruendo y sin que nunca se haya
escuchado en él una sola nota musical. Su derrumbe sonó como una sinfonía al
potasio...
ADELA- Ma, comme...!
Adela se prepara para cantar:
...partir, partir al sur...!
Pero Hugo la interrumpe:
HUGO- Potasio. Potasio...! Profesor, ahí!
Hugo ha reconocido la emanación
Ema, Antoine, hay que salir de aquí!
Se oye otro gran derrumbe
Me oyen?. ¡Ema!
Adela comienza su canción. Charles y Antoine escuchan, entusiastas:
ADELA- ...Partir, Partir al sur
La travesía abre un surco en el mar
para que el cielo se fecunde de horizonte y azul
el viaje abre un surco en el corazón de los marineros
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para que olviden el nombre del enamorado
que las redes tejen al mediodía...
HUGO- ¡Pero es que no lo entienden! Hay que dejar este lugar. No es posible esperar un
segundo más. Ema, usted comprende perfectamente lo que estoy pidiéndole!!
ANTOINE- Muy bien, sublime. Usted canta maravillosamente!
HUGO- ¡Pronto quedaremos atrapados!
ANTOINE- Muy bien, Hugo. Tendremos el avión si usted se decide a ayudarme. Hay que
volver a reunir las piezas, ajustar las tuerquitas, calibrar el motor, limpiar el instrumental...
Adela, canturreando, ha llegado a orillas del mar. Encuentra una botella. Hugo se la arrebata:
HUGO- La botella: profesor Darwin, mire!
Darwin mira su reloj de bolsillo, va en busca de la botella, pasa apurado al lado de Adela cuya presencia, sencillamente, lo ha conmovido.
ANTOINE- Otra vez con lo mismo!
Charles abre la botella. En su interior encuentra un tubito de laboratorio con la sustancia solicitada y una nota.
HUGO- Lea, profesor!. Lea!
ANTOINE- Pero cómo?!. Entonces, resultó!: Si usted quiere, profesor, como se trata de una carta...
HUGO- Bueno, profesor, qué dice!
Charles lee la carta: durante su lectura se demora y mira de reojo, con vergüenza a Adela:
CHARLES- Sociedad Científica de Londres.
Profesor Dr. Charles Darwin, su despacho.
Distinguido y querido colega:
Mucho apreciamos recibir noticias suyas. Esperamos que al recibo de la presente se encuentren todos bien. Aquí va su pedido según detalle:
10 gramos de triabosis en solución al tres por mil. Adjuntamos factura correspondiente por el importe de su pedido.
Post-data: nos sentimos honrados de que nos haya distinguido con su preferencia. Su labor científica en mucho contribuye al bienestar de los pueblos, la paz mundial y el equilibrio de las naciones del orbe. Hacemos propicia la oportunidad para hacerle presente a usted las expresiones de nuestra altísima consideración.
Firma: Adam Stevens Wedgwood.
HUGO- Muy bien!
ANTOINE- ¿Dice algo más?
CHARLES- Es personal.
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ANTOINE- Diga, diga!
Charles está turbado ante la presencia de Adela. Lee en voz baja a Antoine:
CHARLES- Muchos saludos y recuerdos de Miss Clementine.
HUGO- Dr. Darwin, recibió lo necesario?
CHARLES- Así es... veamos.
Charles va a su laboratorio. Consulta sus anotaciones. Busca algún instrumental, lo selecciona:
Muy bien, muy bien.
Prueba alguna muestra de Triabosis en alguna probeta:
¡Perfecto!. ¡Excelente!
Se vuelve a oír un nuevo desprendimiento. Hugo, inquieto, preocupado, comienza optar el horizonte. Adela, siempre elegante, se pasea cantando algún fragmento de una canción predilecta.
HUGO- Han recomenzado, otra vez.
CHARLES- Hagan silencio, señores. No señorita, no lo decía por usted... Debo trabajar.
Trataré de probar con mi fórmula es posible interrumpir la cadena de extinción del potasio, por efecto de los factores que conforman los elementos naturales de la tierra...
Charles se inclina en el suelo. Toma un palito, lo frota, como si quisiera hacer fuego. Mezcla el contenido de la probeta con algunas hojitas en un a pequeña vasija. Cuando la mezcla está lista se incorpora y comienza a dispersarla por todas partes
Ya está. Ahora hay que esperar unos instantes.
Lleno de vergüenza contempla a Adela. Va a esconderse. Hugo sigue interrogando el horizonte:
HUGO- Van a volver. No fue suficiente con la lección que les di!.
CHARLES- Schhh...no hable.
El humo casi ha desaparecido. Charles vuelve a inclinarse sobre la tierra. Toma una muestra. Va a su laboratorio y hace una inspección con su gran lupa.
ANTOINE- ¿Qué está haciendo ahora, profesor?
CHARLES- Un momento, por favor. Tenga la amabilidad de no interrumpir el curso de las
investigaciones.
ANTOINE- Pero, ¿qué es?
CHARLES- Los resultados estarán con mayor celeridad si nadie interrumpe el proceso de
experimentación.
ANTOINE- Pero es que yo quiero saber.
CHARLES- Todos queremos lo mismo. Pero nadie sabrá absolutamente nada si no me deja
tranquilo!
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ANTOINE- Mírelo, Hugo, el profesor no me deja...
HUGO- No hable! Creo que ya vienen, de nuevo!!
CHARLES- ¡¡Eureka!!
ANTOINE- ¿Qué pasa?
CHARLES- La ciencia ha dado un paso adelante. Hemos encontrado la fórmula de
restablecimiento del sistema en los elementos de la tierra!. La solución es
ésta:
Charles muestra un pergamino lleno de fórmulas
Aquí.
ANTOINE- ¡Extraordinario!
Hugo, que no deja mirar el horizonte, pregunta al profesor:
HUGO- Halló la solución, profesor Darwin?
CHARLES- Así es. La ciencia ha triunfado.
ANTOINE- ¡Estamos salvados!
ADELA- ¿mi teatro?
ANTOINE- Le haremos uno nuevo. Grande, inmenso. Con una acústica excepcional,
mejor que ninguno y usted, Adela, lo va a inaugurar!. A quién va a dedicar su primera interpretación?
Adela mira a todo el mundo. Charles se esconde.
ADELA- Ya lo pensaré.
ANTOINE- Pero, por qué? Usted dijo que había encontrado una respuesta. Que de ahora
en adelante la tierra tendrá potasio... ¿No?. ¿No es así?
CHARLES- Será así, sí, mientras cuente con más triabosis en solución alcalina al tres por
mil. La Sociedad Científica de Londres sólo me envió 10 gramos. ¿Qué
espera que haga con sólo 10 gramos?. ¿Encontrar la solución para la falta de
potasio para el planeta entero?
HUGO- Se necesitan más insumos. Sin demora, profesor, sin perder un solo instante:
escriba!
ANTOINE- ¿Pero cómo va a llegar el pedido?
HUGO- El profesor sabe cómo!
Charles escribe una nota. La mete en la botella. La tira al mar. Luego mira su reloj de bolsillo.
ANTOINE- Ah, claro, cómo no lo imaginé antes!
Hugo, ahora tendrá que ayudarme con el avión, ¿eh?: tenemos que terminar
de armarlo.
HUGO- No puedo. La noche ya está aquí.
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ANTOINE- Por qué no puede. Cuando el profesor tenga la fórmula preparada iremos hasta
el planeta donde vive el hombrecito y desde allí dispersaremos la sustancias, bien de lo alto, y no habrá rincón de la Patagonia ni del mundo entero que no reciba una parte...
HUGO- Tengo que irme, ya no puedo demorarme. Con la catástrofe hay quienes entran en
las escuelas y quitan los libros a los niños. Yo no puedo permitir eso. Les quitan los libros, se los arrancan de las manos!. Llegan y arrasan y dicen y amenazan que,” en el estado de emergencia, que la catástrofe, hay una sola y única historia:
una, igual para todos y que todos deben aprenderla: que ese es el camino de la salvación, la única salvación!!”
ANTOINE- ¿Qué hacen, después con los libros?
HUGO- Los usan para tapar los precipicios, las grietas del potasio!
ANTOINE- ¿Quiénes son?
Hugo parte a la carrera:
HUGO- Todos saben quiénes son... !!! Adiós, Ema!
ANTOINE- Y yo solo, nunca voy a terminar con el avión.
Antoine se va en busca de otros pedazos del aeroplano. Adela canta; Charles, la escucha embelesado:
ADELA- ...partir, es el tiempo de partir
Los puertos son nubes
y las nubes en el cielo tienen el color del deseo
que el que desea coma el fruto del goce
marineros,
que el que goza coma el fruto del olvido...
Charles quiere tocar el sombrero de Adela, cautivado por sus plumas
¡salga de aquí!. ¿Qué hace?
CHARLES- ...en los terrenos calcáreos se originan a veces grutas, debido a la acción
disolvente del dióxido de carbono y el agua, que forman la sal soluble, el carbonato ácido de calcio...
ADELA- ¡qué hace!. ¡Atrás, no de un paso más!
CHARLES- ...el monóxido de carbono y el ácido oxálico son dos gases que se producen
conjuntamente, por eso... ¡por eso hay que separar el ácido oxálico haciendo
burbujear la mezcla a través de una solución de hidróxido de sodio..!
Charles, con su verbo inflamado, expresa su amor:
ADELA- ¡Sáquenme este bicho de aquí!!. Ayuda!!
CHARLES- ...las rocas que forman la corteza terrestre, con excepción de las rocas
calizas y dolomíticas, tienen silicio en su estructura...
ADELA- Señora, usted, ayúdeme
Pero Ema no responde.
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ADELA- Qué hace. Qué quiere de mí. Mi sombrero? ¡Le doy mi sombrero, pero aléjese!
CHARLES- Cuando el carbonato ácido llega a una caverna o una gruta abierta dentro de la
corteza terrestre, por disminución de la prisión, se produce una reacción de
derecha a izquierda con la separación de carbonato normal insoluble...
ADELA- Sí, sí. Creo entenderlo. Pero no puedo amarlo, no...
CHARLES- ¡El carbonato normal insoluble forma estalactitas, caen del techo de la gruta,
en el suelo se denominan estalacmitas!
ADELA- No. El amor es otra cosa, señor profesor. Compréndame. Yo estoy entregada al
arte. El canto es mi vida. Viajar. Entregar lo mejor de mi al público. Navegar en
el vapor, con la compañía, de una capital a otra. ¿Me comprende?. Mi existencia
está entregada a la soledad de la inspiración. Y cuando el recital concluye y las
luces del gran teatro se apagan una a una, hay otra voz que habla en mí, que no
surge de mi garganta: es mi sueño que está hecho de nieve, porque cuando nieva
los pájaros buscan refugio en el hueco de un árbol, y yo quisiera estar allí, hasta
que el último copo se disuelva en una canción menos triste..
CHARLES- En la playa un ave del paleolítico ha hecho su nido!
ADELA- Lo siento, no puedo corresponderle.
Regresa Antoine con otro pedazo de aeroplano.
ANTOINE- ¿Qué le pasa?
ADELA- Sáqueme esta cosa de encima. ¡es horrible!. Le di mi sombrero. Le encantan
las plumas, parece!
ANTOINE- Plumas de pingüinera? Tal vez esas plumas le traigan recuerdos, Madame...
ADELA- Este salvaje quiso arrastrarme a su nido!
ANTOINE- El profesor Darwin?. Profesor?
CHARLES- eh... yo...
ANTOINE- Debería usted saber, señora que el profesor Darwin, con su descubrimiento,
se ha convertido en el sabio más importante que existe en todo el mundo: su fama no conocerá fronteras, será recibido por los altos dignatarios y reyes y recibirá honores en los grandes centros de estudios de las más antiguas universidades...
ADELA- Bueno, yo, claro, por supuesto, siempre supe que el profesor, tan atento...
ANTOINE- Un insigne estudioso. Gracias a su descubrimiento la humanidad será salvada
de...
Pero Antoine se interrumpe. Otra vez regresa al lento ruido de un desplazamiento de tierras gigantesco. Pero, esta vez, entre el sonido devastador, se escuchan voces que piden auxilio:
ADELA- Eso es... ¡un llamado!. ¡¿De dónde viene?!
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ANTOINE- ¿De dónde viene?: de aquí, de ahí, en las dunas, del confín del océano. De
todas partes.
De nuevo el ruido, más cercano: se oyen voces de auxilio todavía más nítidas
La noche es clara: muy útil para encontrar cilindros de avión dispersos en la
playa!
Antoine se va.
Adela se adelanta, preparándose a cantar. Darwin ha vuelto a su laboratorio:
ADELA- Profesor, ¿quiere venir un momento?
Profesor...
Adela se dirige al público:
Querido público. Esta noche inolvidable en que inauguramos este hermoso
teatro, quiero dedicar una canción a alguien que ... a alguien que... bueno,
me han emocionado los aplausos. Un recibimiento como el que he tenido esta
noche lo llevará aquí, para siempre; no los olvidaré. No olvidaré estos palcos anchos, generosos, cubiertos de ramilletes, ni un bullicio alegre en las graderías.
Un artista cree que cuando la luna aparece en el cielo, la noche se transforma en caracola para que los niños hagan una promesa. Por eso, ahora, si son tan amables, escuchen mi canción:
... que la sonrisa de esos pequeños
madure como un fruto sin luz
en el corazón de la luna
que la luna mienta a las barcas
y nadie encuentre el sueño en el mar
que el mar traiga a mí
viajero
dame tus ojos para dibujar el horizonte
una estrella con mi soledad
dame tu boca para dibujar en el último amanecer
la palabra amor
que el amor te traiga a mí
viajero
que las barcas unan sal y olas donde reflejar
un solo instante tu rostro...
Darwin se esconde, emocionado. Adela se inclina ante Ema
señora... muchas gracias... gracias, de nuevo...!
Regresa Antoine con más pedazos de su avión. Su trabajo ya va demostrando algún resultado: parte de la hélice sobresaliendo de lo que ha quedado de las alas, entre las ruedas destrozadas del tren de aterrizaje, dan la imagen, muy precaria, del perfil de un viejo avión:
ANTOINE- ¡Es un milagro. Lo encontré intacto!
Llega Antoine con un tanque a cuestas
¡Profesor. Ema!: la bencina: la carga de combustible, miren, está intacta!
Llega Hugo, cansado.
HUGO- Buenas noches, Ema. Tengo algo para usted.
Hugo desenvuelve un paquete. Le ofrece a Ema una cajita de música
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Mire. Ábrala. La tapita, ¿ve?. Es suya, alguien la olvidó en la cordillera, en un valle, donde antes el eco traía la voz del cóndor.
Antoine ha vuelto al trabajo. Adela se pasea cantando bajito alguna canción.
¿Quiere escuchar, ¿sí?
¿No es cierto que sí?
Hugo abre la cajita y se oye entonces su música de miniatura
¿Le gusta, eh?
Ema, yo quería decirle que... ¿por qué no viene conmigo?. No, por favor, no
vaya a pensar que yo... digo: trabajar conmigo... comienzo a recuperar libros.
Algunos. Otros se han perdido para siempre. Pero cuando llega la noche alguien
tendría que abrir las ventanas de las escuelas para que el rocío, lo que resta,
dibuje una sonrisa en la pupila de las criaturas. Y yo pensé que tal vez usted...
Una vez más un desprendimiento ahogado y devastador
... por vez primera, en la historia de la civilización, a causa de éste catástrofe,
podemos afirmar, con alguna precisión “- tengo este tiempo para vivir”. Es un
tiempo construido con la seguridad del plan que amasan las hecatombes: la
harina es la diferencia; la sal, la estupidez, y el agua que une esos elementos,
el poder que despoja. Pero el agua, ya lo ve por todas partes, el agua se ha
transformado en cristales derramados en la cavidad del corazón.
Ema... Ema, yo... ¿el amor es una larva? ¿Qué es?: ¿es una forma de vida o es un
fantasma?. ¿Qué es, Ema?. ¿Está escrito en los libros?. Yo sé que usted puede
decírmelo, basta con que me mire. Basta con que nos miremos a los ojos, una
sola vez. Nada más, Ema. Será suficiente, ¿me oye?: los ojos están limitados por
tres membranas. Estas membranas son cosidas en el taller de los ciegos. Ellos
quitan el hilo necesario de una estrella fugitiva, extraviada en las hullas de las
palmas de las manos...
ANTOINE- Hugo, venga. Necesito que me ayude. Es una operación muy delicada.
Tengo que unir la carga de bencina, al compartimiento de la caja de explosión
en el motor y solo encontré cable achicharrado. Tengo miedo de que si no
logramos rearmar el sistema de combustión no nos será posible remontar
vuelo...
Hugo le ofrece un trozo de cable
HUGO- Aquí tiene. ¿Es lo que necesita?. Lo encontré donde termina la playa.
ANTOINE- Tenemos suerte!. Está casi entero. Venga.
HUGO- Ahora me voy. Se ha cumplido el giro de la media noche. Me espera una gran
lucha. No sé qué hago aquí, todavía.
ANTOINE- Quédese!
HUGO- Adela, usted podría ir con Antoine!
Pero Adela canta uno de sus fragmentos musicales preferidos.
Ema!
Yo no puedo quedarme más tiempo: ¡Usted puede ayudarlo. Sé que me está
escuchando: es la oportunidad para todos, aquí: viajar a ese territorio: un planeta
donde vive ¿quién, Antoine?
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ANTOINE- Bueno, no lo había dicho hasta ahora, pero quiero expresarles que se trata
de un principito...
Adela interrumpe la canción:
ADELA- Un pequeño príncipe!. ¿De qué corte?. Tal vez ya nos conozcamos. Es muy
posible que, en alguna de mis giras estuviese escuchándome, en un pequeño
salón, íntimo, entre cortinas que la brisa transforma en ahogado suspiro...
HUGO- Profesor Darwin, ¿cuándo llega ese cargamento?
Charles no responde
Profesor, contésteme. ¿Qué pasa?. Ese cargamento no tendría ya que estar aquí,
con la triabosis?
Conteste!
Charles mira su reloj de bolsillo. De hecho, lo ha estado mirando de tiempo en tiempo.
CHARLES- Ya tendría que estar aquí.
ANTOINE- Y bueno, también... ir a pedir insumos esenciales para recuperar el potasio en
la tierra, para salvar a la especie humana y confiar en una botella tirada al mar,
francamente, qué quiere que le diga...
ADELA- ¡Cómo se atreve a importunar al profesor Darwin, señor!. ¡Qué coraje, qué
insolencia!. ¿Acaso no sabe que el profesor será condecorado con la más alta
distinción que otorga el gobierno de Su Majestad?. Habráse visto tamaña
insolencia!. Para la ocasión ya ofreceré un recital con las canciones preferidas
de Charles, para que sepan!; y no sé si a usted le va a llegar la invitación...!
Mientras Adela habla, Hugo se va, extenuado. Ema lo sigue con la mirada, tal vez haya dicho alguna palabra que nadie oye
Y este otro señor se fue. Qué desconsiderado. Una gran lucha, ¿dijo?. ¿y
contra quién es esa batalla?. ¿Nadie me contesta?
El gas potasio vuelve a surgir de la corteza terrestre
¿Charles?
Charles se refugia en su laboratorio
Está bien querido. Sigue con tu trabajo. Yo cuidaré que nadie te importune, ni
siquiera los aviadores de línea, ¿sabes?
ANTOINE- ¡Hay que ver un poco la ocurrencia!: Una botella tirada al mar un pedido
de insumos a Londres, nada menos. ¿Por qué me habré dedicado a la aviación,
yo?: otros colegas escriben libros y hacen periodismo, otros, cuidan recién
nacidos; otros, van a los Alpes para curarse la tuberculosis!.
Antoine toma una pieza, trata de darle una ubicación adecuada.
Y esto, dónde iba?. No me acuerdo, ahora. Era por este lado. No, parece que
no. Era en el tablero?. No, tampoco. Entonces?. A ver: parece que aquí podría
encajar, podría ser...
Charles mira su reloj constantemente. Está muy abatido.
ADELA- Vamos, Charles. Ya va a llegar. Algún problemita en las remesas o en el tráfico o
alguna demora.
Charles se esconde, avergonzado, triste.
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CHARLES- No. No había posibilidad de error. Se trata de otra cosa: es mi fracaso.
ADELA- ¿Su fracaso?: usted, el científico más célebre que exista! ¿A quién le dice eso, a
su Adelita?
CHARLES- El fin de mi carrera. ¿De qué han servido tantos años de estudio?
ADELA- ¡Su descubrimiento es el comienzo de una carrera de éxitos en el gran escenario
de la ciencia.
CHARLES- No. Es el fin. He trabajado solo. Soy un salvaje, por eso?. Soy un primitivo.
¿A qué tribu pertenezco, en definitiva?. No provengo de la división catirrina o de los semiadeos?: un pez, un mamífero, un ave, un anfibio, un reptil, ¿qué soy?: todo partidario de la evolución admitirá que descendemos del mismo prototipo, ya que estas clases de vertebrados tienen entre sí, sobre todo durante el estado embrionario, gran número de caracteres comunes...
ADELA- Cómo habla, qué encanto!
CHARLES- ...a los que no han seguido los recientes progresos de la Historia Natural, les
parecerá monstruosa la opinión de que, animales tan distintos entre sí como un mono, un pingüino, un elefante, un colibrí, una serpiente, una rana, una trucha, hayan podido, todos, descender de unos solos mismos antecesores. Esta opinión implica la existencia anterior de eslabones intermedios, encadenado estrechamente entre sí todas esas formas; en la actualidad, tan distintas. Encadenando todas, sí menos a un fracasado como yo. ¡No hay lugar para un fracasado en el reino de la naturaleza...!
ANTOINE- Emanaciones de potasio otra vez, profesor!. Por todas partes. Habrá que
apurarse, ya no hay nada que esperar.
Saint Exupery toma una palanca, la sujeta al nudo de la hélice y la hace girar lentamente.
Veamos si funciona. A ver. No. Otra vez.
Se oye por unos instantes al motorcito del aeroplano que resopla, hace esfuerzo y se apaga, extenuado.
ADELA- Lo está consiguiendo!
ANTOINE- No. Así no va. ¿Cuánto tiempo nos quedará? Los desmoronamientos llegarán
aquí cuando menos nos demos cuenta!
Antoine trata, desesperadamente de hacer funcionar su nave, mientras llega el sonido terrible de un desmoronamiento cercano. Antoine saca un pedazo de motor: busca, enchufa y desenchufa cables, pega martillazos:
Charles?. ¿No tendrá por casualidad en su laboratorio un lubricante para poner
un poquito aquí, fíjese, entre el pistón?. Porque sabe, lo que creo es que es este cilindro, ve, el que no llega a darme la rotación, ¿me explico?. Digo, profesor, algún lubricante, de esos industriales o para la casa, que se utilizan a diario...
CHARLES- Sí, sí, espere. Tengo, ¿pero dónde?, ésa es la cuestión, porque con este trabajo,
de un tiempo a esa parte, no sé, déjeme ver...
ANTOINE- Un poquito que le sobre, aunque más no sea, para este cilindro...
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CHARLES- Usted querrá decir una vértebra.
ANTOINE- No, profesor, un cilindro para que dé la rotación y podamos salir lo antes
posible. No sabemos cuánto nos queda para que venga el desmoronamiento!!
Se escuchan ahora explosiones siniestras entre un griterío agónico. Adela, asustada, vuelve a cantar:
ADELA- ...escuchen los que navegan
el porvenir es un precipicio abierto como el dolor
y los tiempo que vendrán dibujarán en el cielo
el reposo de los enamorados entre una tormenta perdida en la razón...
ANTOINE- Apure, profesor!
CHARLES- Creo que algo encontré!.
ANTOINE- Menos mal,dígame¡
CHARLES-Sí, a ver: esto es... llantén, que usted debe conocer como plántago major,
bueno para el dolor de riñón y entumecimiento de la musculatura; y acá, además, le traigo una hojitas de matico, que usted debe conocer como angustifolium, que da muy buen resultado para el dolor de nuca, la ciática y la artritis en los pies...
ANTOINE- Por favor, sáquenmelo!
CHARLES- Ahora, si combinamos el llantén con el matico, vamos a tener lo que usted
anda necesitando.
ANTOINE- ¡Fuera!. Déjeme trabajar: qué cree que me está trayendo ahí?!
CHARLES- Lo que usted me pidió, Antoine. Para curar el patagoniopetecus, si las
complejidades hipotalámicas de su encéfalo lo dejen, con esta mezcla que preparé yo mismo vamos a andar bien con la lipogénesis, ya va a ver: déle, déle que tome, que en un ratito ya se va a sentir mejor y ya se va a levantar, va a salir y se va a refrescar en el aire que nos va quedando, ¿me entiende?
ANTOINE- No puede ser!. Por qué a mí!. Por qué no me dieron el avión correo para ir ala
Martinica!
Las emanaciones crecen. Ema se mueve, mira a su alrededor, inquieta... Antoine tira el preparado que Darwin le alcanzaba
Ya no hay nada que hacer.
ADELA- Cuide sus palabras cuando se dirija a mi Charles!. Más respeto!
ANTOINE- Discúlpeme, profesor. Estoy agotado. Le agradezco su intención, pero me
temo que usted no tiene la clase de lubricante que necesita mi pájaro, eh, quiero decir eso que tengo ahí. Déjeme que le ayude: vamos a juntar una por una las hojitas del llantén y matico. Total, ya no podemos hacer nada. El tiempo se acabó. Es el fin..
Antoine recoge las hojitas. Entona una de las canciones de Adela:
Cuénteme, señorita Adela, cuál fue su último recital antes de ser contratada
por el empresario patagónico?. Por qué no me habla, también, de sus giras, de
sus éxitos. ¿Conoció a Toscanini?. Sabe por qué lo pregunto, porque el
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maestro Toscanini, en una ocasión, por una emisora, creo que de Nueva York, hizo un homenaje sinfónico a la bahía de Nápoles y si mal no recuerdo usted era la solista, ¿puede ser?. ¿Eh?.
Y había sido, nomás, Adela. Así que, en homenaje al recuerdo de Saint Exupery, comienza a cantar una típica canción napolitana. Unos instantes después, Charles la interrumpe:
CHARLES- ¡Qué hora es?!
ANTOINE- No sé...será, tal vez...cerca de las cuatro de la madrugada ya...
ADELA- Oh, me asustaste!. No uso reloj, querido. Es mi empresario que me dice siempre
a qué hora comienza el espectáculo.
Llega Hugo, malherido. Trae un bulto de papeles teñido de sangre.
HUGO- Faltan catorce minutos para la cinco de la mañana. Es el último amanecer.
CHARLES- Ya me parecía. Ya me parecía. No podía esperarse una informalidad
semejante, por supuesto!
ANTOINE- ¿Y ahora, qué le pasa?
CHARLES- ¿Saben qué hora es en este momento en Londres?: las cero horas cuarenta y
seis minutos exactos!
ANTOINE- ¿Y con eso, qué?
CHARLES- Qué había olvidado la diferencia horaria y que desde hace tres minutos
debemos tener noticias!
Charles va a orillas del mar y toma la botella que llega de Inglaterra vía marítima
¡Aquí está!
ANTOINE- Increíble ¡C’ est superbe!
Adela y Antoine se arremolinan alrededor del profesor. Hugo apenas sise mueve. Charles abre la botella. La botella contiene una carta.
ADELA- Lee, Charles. ¿Qué dice?
ANTOINE- Cuente!
CHARLES- Sociedad Científica de Londres
Profesor Doctor Charles Darwin. Su despacho.
De nuestra mayor consideración:
Hemos recibido su atenta nota por la que se
nos solicita el urgente envío de una entrega de triabosis en solución alcalina al tres por mil. Lamentablemente no podemos dar curso a su pedido por cuanto no se ha recibido hasta el presente el importe de la factura de la remesa anterior. Cuando se haga efectivo el pago procederemos, de acuerdo a las existencias del momento, a cumplimentar la solicitud. Atentamente.
Firma: Adam Stevens Wedgwood.
ANTOINE- ¿Dice algo más?
CHARLES- Es personal.
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CHARLES- post-data: muchos saludos de Miss Clementine.
ANTOINE- Esto es intolerable: Miserables!
CHARLES- No comprendo. La sociedad Científica de Londres fue destinataria de mis
mejores esfuerzos dedicados al estudio, la investigación...
Hugo, en el límite de sus esfuerzos, se acerca a Ema.
HUGO- Ema. Le he traído algo. Algo que usted, sólo usted puede conservar. Leningrado
ya no existe. Entre sus ruinas, en el sótano de la gran Biblioteca, cuando luchaba contra los saqueadores, encontré esto. Podría perderse, hasta que en un futuro, quizás, se reconstruya la ciudad. Quizás. Ema, escúcheme. Por favor, guárdelo. Es la obra inédita de Sigmund Freud. Por favor. He venido a dejársela. ¿Me escucha?. Me voy...
CHARLES- No, no se va, Hugo. Yo voy a curarlo. Venga, permítame.
ANTOINE- Déjeme, doctor Darwin. Vamos a acomodarlo aquí. Así. Eso es.
ADELA- Qué quiere que le cante?
HUGO- No puedo. Tengo que seguir. No puedo abandonar ahora!
CHARLES- Mire, tome un poco de esto. Tiene rico gusto, ya va a ver. Es el mejor
lubricante que se consigue. No hay otro mejor, es para el cilindro y el pistón. Así la rotación va a andar mejor: sí, con confianza, es un preparado del llantén y matico, no hay mejor lubricante!
Hugo bebe.
CHARLES- Adela, usted, con su hermosa voz, cante algo, una canción sencilla, para que
Hugo se reponga.
ADELA- ...el tiempo, escuchen los que navegan
no es ni piel ni fiebre, ni la vergüenza de los delatores
el tiempo es un timón de náufragos
y una voz en el cielo deshecho
atrapada con cada amanecer en el rocío...
CHARLES- ¿Ya está bien?. ¿No es cierto que sí?ANTOINE- ¿Rico el tecito?
Hugo se levanta y, con nuevas fuerzas, sale a la carrera:
HUGO- Adiós, Ema!. ¡Hasta siempre. La llevo en mi corazón!: ¡Ahí voy: se acabaron los
verdugos...!!!
Una claridad extraña invade la atmósfera.
CHARLES- Miren...
ANTOINE- Allá!.
Darwin, Saint Exupery y Adela, fascinados, contemplan el firmamento
ADELA- ¿Qué es?
CHARLES- ¡es el cometa del fin del siglo...!
27
Ema ya no se hamaca y casi va con los demás para ver el paso del cometa:
EMA- Si la mujer que vive a orillas del mar se golpea el pecho, el corazón de noche suena
como una campana que llama al pescador cuando la tormenta se aproxima. Si la mujer mira en el fondo de las olas cómo se deshace la luna llena, su vientre crecerá como la curva de una almeja. Pero el pescador, todavía en alta mar, tira su red, una y otra vez, para hacer con los huesitos de un pez un sonajero que el sueño agitará en una cuna.
Antoine hace girar la hélice de su avión:
ANTOINE- Suban!!!. Partimos!!
Charles y Adela se ubican detrás de Antoine, ya en el avión.
ADELA- Pero el aeroplano no funciona. No anda, señor!. ¿Qué quiere que hagamos aquí
arriba?!
ANTOINE- Ya sé, Adela. Ya sé.
CHARLES- Entonces, dónde vamos?. No es este modo de tratar a las aves!
ANTOINE- No me responde. No sé. Parecía que...
CHARLES- usted nos había hablado de un planeta donde vive un pequeño hombre. Un
principito. Y bueno, entonces, vayamos allá!. Cuando lleguemos le pediré un
préstamo para enviar a la Sociedad Científica de Londres.
ANTOINE- Es que...
ADELA- ¿Qué pasa?. Usted dijo que...
ANTOINE- Sí, yo dije, sí!. Pero el principito y su planeta están en mi libro y el libro
todavía no está terminado y entonces no sé cuál es el camino. Era para allá? Para allá...?
o, no, me parece que era...
Se escucha ahora, con toda potencia, el sonido del avioncito: el vuelo va a comenzar. Y, enseguida, entre el ruido del último desprendimiento, se oye:
VOZ- Atención. Todos listos. Nuevo pedido para las escuelas!:
Enciclopedias, diccionarios, summa artis, novelas de caballería, cuentos de hadas, cuentos de la buena pipa, historias de amor, historias de terror, leyendas y mitos, cuentos de nunca acabar. Repito: enciclopedias, diccionarios, summa artis, novelas de caballería, cuentos de hadas, cuentos de la buena pipa, historias de amor, historias de terror, leyendas y mitos, cuentos de nunca acabar.
FIN
Ema, la novia de Freud
Hugo, el vendedor de libros
Charles Darwin
Antoine de Saint Exupéry
Adela, la cantante lírica
El amanecer en el desierto, a orillas del mar. Llega Charles Darwin empujando su carrito-laboratorio. Abre uno de sus innumerables cajones, toma una hoja de pergamino y echa un vistazo a sus probetas, cerciorándose de su contenido. Al mismo tiempo escribe una nota, buscando no olvidar ningún detalle.
CHARLES- Ema.
Llega Ema, silenciosa. Distante.
Ema.
no hay respuesta.
Estoy escribiendo una carta, Ema. Es un pedido de insumos a Inglaterra: a la sociedad científica de Londres.
EMA- Ah.
CHARLES- En efecto. Necesito una provisión de triabosis en solución alcalina al tres por
mil.
Pensaba si por el mismo correo no quiere usted enviar algún mensaje a Berlín.
EMA- No.
CHARLES- Disculpe, pero teniendo en cuenta las distancias entre Londres y Berlín...
viendo estos territorios, puede decirse que las dos ciudades están una al lado
de otra. Por demás, como necesito las drogas con cierta, digamos, “premura”,
el mensaje ha de llegar rápidamente.
EMA- No necesito ninguna carta. Gracias. Me vienen a buscar.
CHARLES- Como usted desee.
Charles terminaba su nota. Revisa entre sus probetas y coteja. De uno de los cajones saca una botella vieja y mugrienta. La limpia un poco.
Ema busca el mejor lugar para su sillón hamaca.
CHARLES- ¿Qué hace?
EMA- Tal vez hoy el sol no salga, Charles. Una nube, allá.
CHARLES- Sombras del amanecer en el horizonte.
Bueno, creo que el mensaje está listo.
Se oye un ruido descomunal, lento: algo gigantesco que desmorona, desplomándose pesadamente. Ni Charles ni Ema hacen caso. Charles mete su papel en la botella y la tapa con su corcho a pruebas de largas travesías. Luego se aproxima a orillas del mar.
Llega el vendedor de libros, a toda velocidad. Trae su gran maletín:
HUGO- Ema!
Profesor Darwin...
Ema, mire lo que he encontrado para usted. “La etapa ezquizo-paranoide en el
Niño, el conflicto pecho bueno-pecho malo y las ansiedades persecutorias. Un
Estudio exploratorio”, por el licenciado Pedro Eusavio de De las Cuevas. Tome.
Ema, tome. Lo conseguí. Es suyo. Es para usted.
1
EMA- No.
HUGO- Profesor, qué hace!
Charles mira la hora en su reloj de bolsillo. Luego tira la botella al mar. Se oye el canto lento de las olas.
CHARLES- Envío una nota de pedido a Londres. Es urgente.
Charles vuelve a su laboratorio: comienza a trabajar.
HUGO- Pero qué está haciendo? Eso es completamente inútil. ¡Una botella al mar, nada
Menos!!
CHARLES- Ah, sí? . No me diga, jovencito. Nadie puede impedir que un mensaje marino
Llegue.
El destino respira como el mar.
HUGO- El mar respira con la voz de los niños ahogados, profesor. Y pronto llegará el día,
otra vez.
CHARLES- Total, ya lo hice, no es cierto?
HUGO- ¡Ema!
Acepte el libro. Por favor!
EMA- ¡No!
HUGO- Pero, ¿por qué?
EMA- Por qué. Por qué!
Mi Sigmund no estaría de acuerdo, señor. Él es muy severo. Estricto.
Y está por llegar: Viene, se acerca y encuentra que tengo entre las manos un
ejemplar de... ¿cómo se llamaba eso?...no...no importa. Entonces, hágame el
favor, ¿quiere?
HUGO- Pero, Ema...escúcheme...se lo ruego...si el doctor Freud...en realidad..
¡bueno, basta!: cuándo va a escucharme de una vez por todas!
Un poco más y el sol llegará y estará allí, colgado del cielo: el sol, allí, arriba,
que seguirá succionando el potasio de la tierra!. Por todas partes, en todos los
rincones, el sol ha abierto su herida y devora el potasio, y sin potasio la tierra se
está desintegrando, se quiebra: se convierte en islas!!
Ema!. Y usted profesor, me oye?!: Claro que me oye?
Ema, antes de llegar, en ese momento, terminaba de hundirse Río Gallegos!. ¡Los
Sobrevivientes de Bariloche corrieron al lago, pero el sol ya había convertido el
agua en cristales!!
Y pronto, todo el mar será lo mismo: cristales salinos, mientras caen los rayos y se
tiñen de plomo!
Otra vez, el mismo sonido enorme y lento.
Hugo recibe un aviso por el comunicador inalámbrico que porta en la cintura:
VOZ- Vendedor 17!. A Escuela 235!: 23 enciclopedias, 37 diccionarios polilingües, 24
enciclopedias summa artis, 27 tomos de la Eneida!
HUGO- Tengo que partir, Ema.
Ema se encoje de hombros, Hugo se está yendo:
2
EMA- En Berlín es otoño.
HUGO- ...Ema... yo quiero explicarle que yo... por usted
Hugo, tímido, no puede concluir su frase. Sale a la carrera, llevando su maletín
EMA- El otoño en la plaza de Alejandro viene con la campanita de los tranvías.
Sí. A Sigmund le gusta salir a pasear cuando concluye la labor en el consultorio.
Le admira ver la manera en que los obreros toman su bolso cuando salen del trabajo.
“Ema”, me dice, “si yo no me dedicara a la medicina, quisiera saber fabricar gorras”.
Entonces dirige sus ojos tristes a los paseantes que piensan en un buen vaso de
cerveza. Y yo le contesto: “-pero Sigmund, tu eres psicólogo, qué cosas dices!”: y el
se sonríe. Se inclina, recoje una hoja amarillenta y recorre sus nervaduras con las
yema de los dedos: observa el bosque, luego gira y me mira los labios: “-te casarías
conmigo, Ema?
Llega la luz solar. Cuando Charles lo advierte se cubre la cabeza con algún sombrero extraño. Como ve que Ema no hace lo mismo, corre y trata de cubrirla. Pero Ema vuelve a descubrirse de inmediato:
“-Te casarías conmigo, eh?”
CHARLES- Ema, por favor! El sol ya salió: cúbrase, ¿quiere?
EMA- ¡“- Y tú, aprenderías a bailar, Sigmund?”!
CHARLES- No puedo ocuparme de usted, Ema. Protéjase. Tengo trabajo en el laboratorio,
tengo que continuar y ...
EMA- “-Yo, a bailar?. Ema, no, por favor, que nos están viendo!”
Y Ema baila, en su otoño berlinés. Charles, abstraído, trabaja en su laboratorio.
CHARLES- La composición del suelo, sí, es cierto, cómo no. Pero no podrá ser con etano,
eso sí que no. Pero es lo que debemos comprobar ahora. Sí, veamos un poco.
Eso es señorita Ema, creo haber sido ya lo bastante elocuente, ¿me escucha? :
no son tiempos de juegos, son tiempos de catástrofe. Y usted parece ignorarlo.
No estamos en la beliner Alexander Platz, estamos en la Patagonia, permítame
recordárselo. O, mejor, en lo que queda de ella.
La Patagonia, quién hubiera dicho, ah...
El científico continúa con sus experimentos, sin pausa. Vuelve el ruido con su lentitud devastadora:
Ema! Por, favor: los rayos del sol!
¿Cuál será el curso de las investigaciones de mis colegas en la academia de
ciencias de Postdam y de Pekín?. Habrán ya podido encontrar una fórmula
para detener la pérdida absoluta de potasio en la superficie terrestre?. Son
profesionales altamente meritorios.
Para donde se mire, para donde se vaya, todo es menos que la arena: un
pantano seco que hace desaparecer la vida en cualquiera de sus formas.
Pues bien...lo vi en el curso de mis investigaciones y, si se me permite, creo
que existen posibilidades ciertas de llegar a una conclusión... por eso, lo que
yo quiero demostrar es que... pero será cuando reciba el pedido de Londres,
que precisamente...
Se oye el ruido, en este momento, del motor de un viejo avioncito y las explosiones que
le causa un vuelo en dificultades. Ema se detiene, deja de bailar:
3
EMA- Allá!
Profesor Darwin...!
Charles, un avión...!
CHARLES- ¿Qué dice usted?
EMA- Allá, le digo ¡Mire!
Sigmund, aquí estoy...!. Aquí!. Soy Ema. Sí, sí...!
CHARLES- Oh, es sencillamente extraordinario. La Patagonia guarda secretos inagotables
para la ciencia. Un ave gigantesca... vamos a anotar eso, mejor... un ave
gigantesca girando en círculos como en una ceremonia fúnebre: dato a tener
en cuenta: tiene sus alas inmóviles... ah, ja...
El sonido del avión aumenta. Ema continúa llamando a su Sigmund
Bien, veamos a agregar lo siguiente en esta página del diario: hoy, en horas
de la mañana, hemos podido percibir un extraño ejemplar sobrevolando la
costa patagónica: Ave de contextura gigantesca de alas inmóviles y de gran
tamaño, inmóviles, conjeturamos, a causa del siniestro de pérdida de potasio
ya descripto. El ave emite un graznido regular con gritos intermitentes de
volumen diferente. Nota: por su tamaño debe tratarse de un anseriforme
prehistórico sobreviviente.
EMA- No, no!
El sonido del avión decrece, se disuelve entre las olas
Aquí, aquí!
CHARLES- Vuela con gran velocidad.
EMA- Sigmund, por aquí!. Soy Ema...!
CHARLES- Ya vamos a tomar nota de su velocidad, es mejor: este ave desarrolla
una velocidad considerable que por mis aparatos de medición podríamos
afirmar que se encuentra dentro de los 17 nudos, línea de ecuador.
EMA- Sigmund!
CHARLES- Vamos, Ema. El pájaro, como sea que usted lo llame, volverá. Las especies,
aquí, en la Patagonia, incluyendo este ejemplar sobreviviente, usted ya sabe,
las he estudiado muy bien cuando llegué a estas costas con el Beagle, el
barco, hace ya algún tiempo. Lo que quiero decirle es que los pájaros emigran.
Sus migraciones son regulares y constantes, con lo cual el ave regresará una
vez que el invierno concluya. Y ahora, que vivimos un estado de emergencia
extrema, este ave, que por sus características, le explico, es del neolítico, con
más precisión, del neolítico superior, el ave, decía, ha ido en busca de la
primavera. Lo que no sabemos es cuál será su comportamiento cuando
descubra que ya no hay primavera, ni estación alguna sobre el planeta a causa
del potasio.
Llega el vendedor de libros, con su maletín, a toda velocidad:
HUGO- Ema.
Profesor Darwin...
Ema, ¿qué ocurre?
4
Hugo se acerca a Ema con otro libro, pero ella lo rechaza:
Ema, yo... pero, rápido, por favor, cúbrase, cúbrase!
CHARLES- Tampoco a mí me ha hecho caso, Hugo.
Pero no se inquiete.
HUGO- ¿Qué ha ocurrido?
CHARLES- Pasó algo que dentro del estado de desastre podría inferirse como previsible:
un ave prehistórica, difícilmente clasificable, por el momento, hasta que reúna
más datos, emitiendo graznidos, apareció sobre el firmamento siendo,
exactamente, las 10 horas 52 minutos...
Luego de consultar su reloj de bolsillo, el profesor Darwin regresa a su laboratorio
HUGO- Sí, sí. Entiendo, profesor...
Ema...
EMA- Era Sigmund.
HUGO- Ema, por favor, escúcheme. Cúbrase y escúcheme.
EMA- Me ha visto, lo sé. Busca una pista de aterrizaje. Y si no es una cuestión aérea
será una barda, una gran meseta, para que el avión pueda carretear. Si no es un
aeropuerto, será una playa...
HUGO- Ya no hay aviones en la Patagonia, Ema.
EMA- Se abrirá la portezuela, descenderá la escalerilla:
“-Dónde está Ema?
-Por aquí, Doctor Freud. Lo ayudo a descender?. Qué tal el viaje?
-Bien, gracias. Creo que las rosas que traje para Ema no sufrieron demasiado.
Vengo a buscarla. Vamos a casarnos. Estoy un poco cansado. Aún en avión
el viaje desde Berlín es algo largo...”
HUGO- Ema. Ema, mire lo que le he traído. Fíjese. Es un solo instante. Véalo, es algo
que le va a gustar...
EMA- “... Por aquí, Doctor Freud.
-¿Dónde está Ema?
-Primero, Por favor, los trámites de migraciones de aduanas.
-Sí, de acuerdo. Pero yo no voy a permanecer más que unas horas. Nos esperan
en Berlín, la ceremonia ya está preparada: tengo que ver a Ema. Es mi
colaboradora y asistente en mi consultorio y pronto será mi esposa...
-Sigmund... aquí estoy...!”
HUGO- Ema,tome. Mire. El título es “La neurosis fóbica a través de sus implicancias
Relacionales, en el triángulo padre-madre-hijo”, por el licenciado Pedro Eusavio
de De las Cuevas. Le va a gustar. Se va a entretener.
Ema toma el libro y lo tira con violencia.
EMA- Salga de aquí. ¡No quiero tratos con un vendedor de libros. Un vendedor ambulante,
callejero!
HUGO- Pero, Ema...
5
EMA- Siempre fastidiándome. Siempre molestándome. Insiste y vuelve a insistir para
venderme sus porquerías!
HUGO- No!
EMA- Lleva ese maletín lleno de literatura barata, literatura de fantasía, de perdición. Y
lo peor es que yo sé, a mí me consta, que usted no sabe nada de libros. Para usted un
libro es pura mercadería...!
HUGO- No, Ema. Por favor, eso no es cierto...
EMA- ...Pura mercadería, que entrega a cambio de monedas y créditos sobre la ilusión!
A eso llama “un libro”!. Pues tendrá que saber, señor, que la obra que se ocupa de
la teoría del campo psicológico es la del doctor Sigmund Freud!
HUGO- ¡ Han quemado la obra de Freud, Ema!
EMA- Miente!
HUGO- No miento, no!: en Berlín levantaron una pira con libros y le prendieron fuego!.
En esa pira tiraron los libros del doctor Freud, también. El quería salvar unos
manuscritos. Lo ha intentado.
EMA- ¡Cállese!
HUGO- No puedo callarme. Le pido disculpa, Ema. Pero no puedo. El doctor Freud
envolvió sus manuscritos, reunidos durante años, en papel de carnicería, y los ató
con soga de cordeleros apátridas. Partió en el tren nocturno hacia Leningrado y
cuando llegó, al dejar atrás la estación central, no conocía qué calle tomar: llegó
a orillas del río Neva: no había nadie. Encontró un grillo y él le dijo que era Lenín
y lo invitó a jugar una partida de ajedrez. El doctor Freud dejó el grueso paquete a
su lado, se quitó el grueso capote para cubrir sus páginas. Creo que el grillo le
ganó la partida y lo condujo a un lugar seguro.
Pero, ¿existe Leningrado todavía o ya no es otra cosa que un puñadito de arena
que dibuja lágrimas en el rostro de un ciego?
EMA- Usted no sabe lo que está diciendo.
HUGO- Sí. Tal vez no sepa lo que le estoy diciendo. Porque no sé si soy yo, Hugo, quien
le habla o es mi ...mi... Ema... yo... escúcheme... por favor...
El vendedor recibe un nuevo aviso en su comunicador inalámbrico:
VOZ- Vendedor 17. A escuela 189: 7 enciclopedias, 11 diccionarios sin tomo
suplementario, ninguna summa artis y segundo volumen, repetido, de
“las ingeniosas historias de Don Quijote de la Mancha”
Hugo ordena su maletín se prepara para partir.
EMA- Miren, allí se va nada menos que Don Quijote!
HUGO- No el Quijote, Ema. Pero Rocinante, su caballo. Sabe?. Los caballos tienen
mirada lateral. Comprende qué significa eso?. Que usted se pone frente a frente
de un caballo y el caballo no la ve. Si usted se coloca, entonces, en el campo
visual de su ojo izquierdo nada suyo será percibido por el ojo derecho. El mundo
del caballo es un mundo de presentimientos, se construye de ausencias. El no
puede nunca llegar a saber si lo que ve es real. Si su realidad, su única realidad
es el galope, es andar; el ritmo sostenido de sus patas hace que todo lo que ve gire,
gire en torbellino y se transforme en una mancha.
6
VOZ- Vendedor 17! Escuela 189!: 6 enciclopedias, 10 diccionarios...!
HUGO- ... una mancha, Ema, cuyo nombre es “necesidad”. Ema, ¿qué es la necesidad?
VOZ- Vendedor 17!
Hugo toma su maletín y parte a la carrera.
Vuelve a escucharse el estampido sordo y lento de un desprendimiento gigantesco
CHARLES- ¿Acaso no lo sabe, Ema?: Los niños esperan a Hugo en las escuelas. Los
niños esperan los libros que Hugo les lleva: los leen y así conocen cómo
era el mundo cuando había potasio. De lejos lo ven llegar con su maletín
cargado de libros pequeños y grandes mientras trata de llegar evitando los
lugares que se derrumban, los precipicios que forman nuevas islas... es así
Mientras Charles habla vuelve a escucharse el sonido del avión.
EMA- Yo sabía!
CHARLES- Los niños pasan una página, luego pasan otra, ven los dibujitos y reproducen
las formas en los cuadernos. Pero ya Hugo salió para otra escuela con más
libros.
El ruido del avión es ensordecedor. Charles sigue hablando, pero ya no escucha lo que dice, Ema, feliz, saluda al aire.
EMA- Ahí está el aeroplano!. Tengo que arreglarme un poco, llega Sigmund. Cómo me
va a encontrar así?
Entre su sillón hamaca Ema encuentra un guardapolvo:
Que me encuentre como cada día, en el consultorio, atendiendo cada paciente que
llega a la sala de espera:
“-Si aguarda un instante, el doctor ya lo va a atender, ¿sí?
El guardapolvo de Ema es muy elegante y le queda muy bien:
“-Doctor, llegó el señor Röntgen.”
Y Sigmund pone su mano en mi hombro, eso es un signo de complicidad, claro, y
me dice:
“-Hazlo pasar. Ve. Luego hablaremos tú y yo...eh?”
“-Es que esa idea de abrir un gabinete en tierras australes,
no creo, francamente...”
Un estruendo fenomenal. El avión se ha estrellado: se advierte un resplandor lejano:
¡No!. ¡Sigmund!
CHARLES- Sin duda no se trata del Cygnus nigricollis, no. Tendré que estudiar muy
detenidamente esta especie. Geografía prodigiosa la patagónica. El ave
debe corresponder, por su estructura ósea aparente, a una época anterior
al megaterium. Ahora bien, era bastante curiosa su línea de vuelo buscando
posarse: siempre con sus alas inmóviles perpendiculares a la cabeza también
rígida.
Mientras Darwin hace este comentario científico, Ema va de un lado al otro llamando
a su amor:
EMA- Cayó hacia allá, en la playa!
7
CHARLES- Bueno, no son los únicos en hacer su nido ahí. Esto vamos a anotarlo:
Cygnus nigricollis, descartado.
EMA- Sigmund, mi amor!
CHARLES- Ema, Cúbrase, ya se lo he dicho!
EMA- Que está bien, que haya podido aterrizar. Sigmund, respóndame. Y ni siquiera
se ve, entre qué dunas se posó...
CHARLES- Por favor, Ema será mejor que se tranquilice: todo lo que usted ve son
pequeños zorros de tierra que agoniza: islas. Compréndame. Y el pájaro
habrá encontrado una donde todavía queda un poco de arbusto para construir
su hogar...
EMA- Allá!
CHARLES- Qué, Ema...
EMA- Allá! Es Sigmund...!!!. Viene hacia mí...!
CHARLES- ¿Dónde?
EMA- Doctor Freud!. Soy Ema. Sí, amor mío, sí. Estoy aquí. Ten cuidado. Hacia allá,
no, ten cuidado, que la tierra se deshace a cada paso. Así. Despacio. Muy despacio.
Eso es. No. Pon atención, ¿quieres?. Estas no son las escaleras de tu estudio.
Sigmund. Vamos, levántame. Tiene el sombrero puesto?. Cúbrase de inmediato,
el sol gira en agonía. No lo veo. Se perdió. Atolondrado. Sigmund!.
Que no le haya pasado nada. Y ahí se abre justo un precipicio! Sigmund, ¿estás
Bien?. Respóndame!!
Un gran silencio hecho por el sonido de las olas.
Llega Antoine de Saint Exupery, viste su traje de aviador o, mejor, lo que queda de él,
luego del accidente en la playa. Trae su saca de correos:
EMA- Sigmund!
Ema corre hacia el recién llegado pero se detiene bruscamente
ANTOINE- Pardon?
Bonjour, Madame. Bonjour, monsieur.
Mi avión sufrió una avería. Estoy cubriendo el servicio postal patagónico
he encontrado que las condiciones atmosféricas han destruido todos los
aparatos de medición de mi nave...
EMA- ¿Dónde está el doctor Freud?!
ANTOINE- Pardon?
EMA- Usted sabe muy bien: un pasajero de Alemania, el doctor Sigmund Freud!
ANTOINE- Creo que hay una equivocación, Madame. Mi servicio aéreo no transporta
Pasajeros. Transporta mensajes, paquetitos y correspondencia. Y a propósito
de mensajes: al caer en la playa el avión destruyó una botella.
Adentro estaba este papel.
CHARLES- Permítame, señor.
8
ANTOINE- ¿Con quién tengo el honor?
CHARLES- Charles Darwin.
ANTOINE- Encantado. Antoine de Saint Exupéry. Perdón, la señora es...
EMA- Retírese
ANTOINE- Disculpe, señora. Pero le repito, no es un servicio de pasajeros, si por mí
fuera....
CHARLES- Al menos no se ha extraviado
ANTOINE- No comprendo a qué se refiere.
CHARLES- Mi nota de pedido a Londres: una provisión de triabosis en solución alcalina
al tres por mil.
ANTOINE- Jamás llegará ese pedido tirando una botella al mar, señor. Permítame decirle
que ése es un método absolutamente inadecuado. Tendría que observar el
océano desde el aire, es un extraño fenómeno: ¡el agua se trastoca en sal!:
¡ha atrapado las naves de los fugitivos y ellos ya no huyen, buscan hacer
puentes entre los transatlánticos para poder encontrar provisiones: algunos
esconden debajo del bote salvavidas las reservas de agua dulce, pero hay
capitanes que comercian con ellas!: así que la botella, con todo respeto,
creo que no es lo más adecuado a las circunstancias. Y qué es lo que quiere
con esa sustancia...?
CHARLES- Muy simple. Con triabosis puede recomponerse el sistema de potasio del
Planeta.
ANTOINE- Pero, doctor Darwin, aún suponiendo, con todo respeto, que lo que usted
afirma sea cierto, con una botella será imposible... si mi avión, en fin...
pero...le aseguro que yo comenzaré a arreglarlo de inmediato.
CHARLES- Un ave del paleolítico, un ejemplar sobreviviente, claro. Comprendo:
¿dónde podría ir entre los rayos del sol que abren llagas en los animales,
en los ríos, en la espesura?: el efecto sobre los seres animados y el mundo
mineral se ha extendido: el mismo clima en la Tierra del Fuego, el cabo de
Buena Esperanza y en Tasmania. Aún en el estado más imperfecto, el hombre
es la forma animal que, por una cicatriz resultado de una fuerte quemadura,
modificó, de una vez, de una forma permanente, los huesos de la cara... y
entonces, el pobre pajarito, él también...
Charles ha encontrado una nueva botella en su laboratorio. Vuelve a colocar el mensaje y lo arroja al mar. Luego mira su reloj de bolsillo:
... pero, como científico, advierto que una segunda quemadura por ausencia
de potasio, será la extinción de la especie. Cúbrase el rostro, Ema!. Señor,
haga lo mismo, de inmediato...!
ANTOINE- ¿Cómo dijo que se llama la señorita?
CHARLES- La señorita se llama...
EMA- Ema
9
ANTOINE- Ema?
EMA- Krankheit.
ANTOINE- Permítame que revise mi correspondencia, por que yo creo que... Lo que
ocurre es que con el accidente se desordenó un poquito. Veamos, sí me
parece que... Ema Krankheit, yo creo que... hay una, tal vez, veamos un
poco... el Perito Moreno, lago Nahuel Huapi, ésta no... Juan Benigar,
Aluminé, tampoco, ésta no, ésta no... Sayhueque, Junín de los Andes,
tampoco... Martín Bressler, unidad penitenciaria Neuquén, no: general
Julio Argentino Roca, Fortín y tercera retreta, no, ésa tampoco... ah, sí,
no me equivocaba... ¿Berlín, señorita?... Fräulein Ema Krankheit...
¿ja?, señorita, por favor, firme aquí... reciba la carta, por favor...
Ema permanece inmóvil
... se lo ruego... es mi trabajo. Usted tiene una carta. Bueno, qué hago?.
La dejo aquí?. ¿Sí?. Me permite, doctor?
Darwin no contesta absorbido por su trabajo. Apenas se corre un poco y Antoine apoya el sobre en un lugar bien visible:
Bien, allí está. Luego me firmará la planilla, ¿de acuerdo?
Llega Hugo a toda velocidad con su maletín de vendedor
HUGO- Ema! Ema tengo algo para usted. Mire lo que rescaté!
Hugo toma un libro de su maletín. Está agotado, ha llegado a toda velocidad como nunca antes:
Mire, Ema!: “Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad”, de Sigmund Freud!
Tome. La catástrofe ha hecho que la cubierta esté algo quemada, pero el interior
está intacto. Es suyo.
Tome. Tómelo, Ema.
Hugo consigue que Ema reciba el libro. De inmediato ella, lo tira. Nuevamente llaman
a Hugo:
VOZ- Vendedor 17. A escuela 489:5 enciclopedias, tres tomos suplementarios, ningún
Diccionario, segundo tomo de la Odisea, versión resumida!
Hugo parte de inmediato.
ANTOINE- Señorita Ema. Allí tiene su carta. Léala.
EMA- ¡No!
ANTOINE- Léala y después me firma la planilla, ¿sí?
EMA- No!. Yo no espero carta. No es una carta la que ha de venir a buscarme!
Antoine ha encontrado una carpeta. La abre, se acomoda y comienza a escribir.
Papeles metidos en un sobre que al ir de un lugar a otro cambian el lugar de las
letras, porque el movimiento que las sacude es constante: una abre una carta y las
letras se resbalan: van del recuerdo al olvido. Y cada letra busca la palabra
“invierno” para que el viento te abra la camisa cuando el sueño no te deja respirar.
Ema no sabe si buscar su cartera o no: tomarla o dejarla donde está.
Una carta para Ema. Como si Ema fuese una niña a punto de abrir una cajita de
música.” –Eres tú, Sigmund?. Me sonríes o no me sonríes?. ¿ Volverías a escribir
la misma carta si supieras en qué momento exacto voy a abrirla?
10
Ema guarda la carta entre sus ropas.
Llega Hugo, a la carrera. Con su maletín y una pieza mecánica
HUGO- Señor Saint Exupery?: tome
Antoine estaba abstraído, escribiendo.
ANTOINE- ¿Cómo, qué me trae?
HUGO- Una parte de su avión, señor. Las piezas... puede reconocerlas en una playa
cercana, rodeadas de algún arbusto
Entre su trabajo de laboratorio, sin interrumpirse, Darwin comenta:
CHARLES- Un nido, como lo suponía.
ANTOINE- ¿De qué habla?. ¿Qué nido?
HUGO- Es un gran investigador.
ANTOINE- Sí, por supuesto: el gran naturalista que recorrió las costas de la América
del sur, por el Atlántico y el Pacífico; que, de las islas Galápagos llegó a
Australia, hacia 1830, cruzando luego el cabo de Buena Esperanza... sí,
claro, pero lo que no logro entender es...
HUGO- Lo que usted no comprende yo se lo explico: En realidad, cuando Darwin llegó
a la región de Tierra del Fuego, los marineros de Beagle, el barco en el que hacía
su gran travesía de estudio alrededor del mundo, se rebelaron: estaban hartos ya de
no poder andar en cubierta calentándose un poquito. El profesor había llenado
todo de huesos, plantas, arbustos, huevos de avestruz, carpetones de clasificación,
amuletos, boleadoras, lomos de carpinchos, pedazos de Negalonyx dispersos a
babor y estribor. Entonces lo tiraron, lo echaron del barco con todas sus
pertenencias. Quedó solo en el mundo. No tan solo. Porque lo recogió una familia
de pingüinos. Buena gente, los pingüinos. Le dieron de comer. Le enseñaron a
ponerse aceite para protegerse del frío. Le enseñaron a zambullirse en el mar para
cazar y las canciones para enamorar cuando llega la estación para aparearse. En
realidad, el profesor Darwin no cree que el hombre descienda del mono. El
sostiene otra cosa, pero no la dice mucho, porque nadie le creería.
ANTOINE- Ah... ¿Usted conoce de aviones?
HUGO- Sí, cómo no!: yo conocí a un sobrino de Jorge Chávez a quien Jorge Newery lo
invitó a ir a dar una vuelta para ver el Río de la Plata desde arriba, pero cuando
iba a subir al avión se asustó y no quiso.
ANTOINE- Sí... pero...
HUGO- Con el tiempo fue encargado del galpón en el aeródromo de Salsipuedes...!
ANTOINE- Ah. Sí, comprendo. Porque voy a necesitar que alguien me ayude a rearmar
el avión.
HUGO- Para lo que guste mandar, mi amigo. Aquí estamos para ayudarlo. Eso que tiene
ahí, ¿es el plano del aparato?
ANTOINE- No exactamente. Es el borrador de mi último libro. Todavía no terminé...
11
HUGO- Su último libro, claro. Yo tengo varios títulos suyos en mi catálogo. Los piden
Bastantes. ¿Y cómo se va a llamar su último libro?
ANTOINE- No tiene título, todavía. No sé. Estoy pensando. Precisamente, estaba
trabajando alrededor de una frase. Creo que será una buena síntesis para
mi obra: “lo esencial es invisible a los ojos”
HUGO- ¿Cómo dice la frase?
ANTOINE- “Lo esencial es invisible a los ojos”
HUGO- Eso es una barbaridad. Una frase atroz, una frase llena de terror!: todo aquello que
es esencial se ve bien clarito!: los continentes, las selvas, los valles, las montañas, el desierto, la estepa: todo está quemado por el sol que les extrae el potasio! La vida se extingue y entonces los sobrevivientes buscan la Patagonia, el último rincón del planeta!. Pero no es así. La Patagonia ha comenzado a desmembrarse, a partirse en islas donde se reúnen los que hasta el momento van salvándose, todos bajo el sol de la muerte, sin otra suerte que la espera de un nuevo hundimiento...
Se oye, otra vez, el sonido lento y devastador que paraliza la atmósfera.
Oye?: pues allí está lo esencial, que es absolutamente visible. El estrago colectivo, mensurable, regular, constante, creciente: La naturaleza caníbal que gime ante su completa desaparición!. No, Saint Exupery, quite esa frase de su libro. Aquello que es esencial, por su misma razón, por su propia ley, es íntegramente visible. Mire el sol, comienza ya a inclinarse sobre el horizonte: es el costillar de un animal decapitado, rodeado de moscas. Y el horizonte, como una guillotina, se tiñe de sangre porque no hay verdugo que limpie su acero todavía húmedo, todavía caliente!
ANTOINE- En mi vuelo, allá, sobrevolando el corazón de la miseria, Monsieur, cruzando
las nubes que se deshacen entre el potasio, formando una superficie gris azulada con el que el sol abandona la tierra, veo a hombres y mujeres luchar en sus islas rodeadas de abismos en ignición, buscando que sus criaturas no caigan en los precipicios que se abren uno detrás de otro!. Y esa fuerza arrancada del horro, esa fuerza por no abandonarse, qué es!. Díganmelo!: de dónde sacan esos seres la voluntad de hacer de su agonía y el estrago un
puñado de tenacidad!
HUGO- La toman de sí, de lo que reconocen con sus propios ojos: en condiciones
extremas, el los límites de la vida, el corazón genera un tejido de protección y sobre él se forma otra capa y otra, y el corazón se transforma en una estrella que sólo vive en la estación del silencio, cuando su luz tenue se dispersa como el frío!!
Un gran silencio, entre las olas del mar.
ANTOINE- Voy a decirle algo. Este vuelo de correo me llevaba a Viedma, pero Viedma
ya no existe, aprisionada entre los cristales del océano. Entonces mi avión cayó allí, usted ya sabe dónde...
HUGO- Continúe, lo escucho.
ANTOINE- Es que no sé...
HUGO- Vamos, dígame.
Charles presta atención a las palabras de Antoine.
12
ANTOINE- Cuando los aparatos de mi aeroplano, los de navegación, digo, se detuvieron
por completo y yo ya no tenía el curso de navegación... allá, hacia el poniente, vi un pequeño planeta, suspendido en el horizonte.
HUGO- Claro, sí, perfectamente comprensible. Tranquilícese: pronto llegará la noche. La
noche, sabe, y podremos descansar, salir, dar unos pasos y ...
ANTOINE- No, no!: ése era un planeta y en él habitaba un hombrecito pequeño, ¿oye?.
Por eso, luego del accidente, lo primero que hice fue tratar de escribir en mi libro el lugar preciso, la ubicación... Habré que volar hacia allá. Arreglar el avión, primero.
Ema toma la carta que recibió.
HUGO- Arreglar el avión...
ANTOINE- Para que todos nos vayamos al planeta.
Ema parece estar decidida a romper el sobre y leer la carta.
HUGO- Habrá que reunir las piezas y el instrumental que quedó en la playa.
ANTOINE- Naturalmente. Y entonces sí, luego, todos a volar...!
Desde el teléfono inalámbrico se oye:
VOZ- Vendedor 17!. A escuela 278!: segundo tomo repetido de diccionario, ninguna
enciclopedia, ninguna summa artis, anulado el pedido de Cervantes, un extracto de
la comedia de Dante. Luego, fin de sus servicios. Repito: fin de sus servicios!
HUGO- ¿Qué? ¡¿Que mi trabajo se terminó?!: eso es imposible. Algo muy raro está
pasando: mi trabajo es fundamental: los niños necesitan los libros!!
ANTOINE- Hugo, venga, iremos a la playa a buscar las piezas y después, usted conmigo,
poco a poco, iremos...
HUGO- No. No puedo...!
ANTOINE- Sí que puede!. Y en el avión, antes de ir haca el planeta, iremos más rápido a
esa escuela...
HUGO- En avión...En avión, me dice?
No. Pero no puedo. Dígale al profesor Darwin que lo ayude. Pídale a Ema: están
por quitar los libros a los niños. No puedo permitirlo, no!
Hugo sale a la carrera.
ANTOINE- No entiendo. En mi avión ya estaríamos allá.
¿Profesor Darwin?
Darwin está abstraído en su laboratorio.
¡¿Profesor Darwin?!
CHARLES- No necesita gritar. Un laboratorio precisa de silencio. Es el hogar de la
ciencia. Aquí nadie eleva la voz, sólo así podrá escucharse el mundo de lo que aprendemos cada día.
ANTOINE- Discúlpeme. Necesito su ayuda.
CHARLES- Dígame.
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ANTOINE- Se trata de mi avión: tenemos que arreglarlo. De esa manera todos podremos ir
a un planeta que descubrí, donde vive un hombre chiquitito y ...
CHARLES- ¿Un avión?: nunca escuché esta palabra. ¿De qué me está hablando?. Le ruego
que comprenda, jovencito: la noche está llegando, y en el actual estado de las cosas, en medio de este desastre de proporciones planetarias, no es el momento de importunar a un investigador en su estudio!
ANTOINE- Un avión es... un avión, ¿cómo le explico?. Un avión es una máquina que
vuela!
CHARLES- Joven, ay, joven!: descanse. Y tome esta medicina. A ver, espere un poco. Por
aquí yo tenía, sí, arbustos patagónicos. Son excelentes para los estados de demencia pasajera. Tome: chupe esto.
Antoine chupa la hierba y, a causa de su sabor asqueroso, escupe acto seguido:
ANTOINE- ¿Pero qué estoy haciendo, yo?
Señorita Ema, necesito su ayuda.
EMA- Qué.
ANTOINE- Tenemos que armar el avión, señorita y...
EMA- Ah, sí?
ANTOINE- Tiene que ayudarme, por favor. Tenemos que ir hacia aquella playa e ir
trayendo una a una las piezas y los instrumentos...
EMA- ¿Quiere un consejo?: llame a los mecánicos.
Antoine, resignado, se va.
Ema, entonces, abre el sobre. Lee la carta. Lego va haca el sillón hamaca y se sienta.
Mira el horizonte infinito en absoluto silencio.
Darwin está abstraído en su laboratorio.
Una emanación de potasio, en forma de humo que se difunde con lentitud, aparece en la superficie. Ema ha comenzado a hamacarse.
Llega Adela, elegante con su gran sombrero de plumas grises y blancas:
ADELA- ¡Esto el colmo!
CHARLES- ¡Ya lo creo!
ADELA- Nadie ha venido a recibirme!. Me invitan, me telegrafían y me ofrecen un
contrato. Yo llego y no hay nadie esperándome en el puerto. Días en el muelle, a
merced de espías y contrabandistas, sin que el empresario se haga presente...
Antoine regresa trayendo un pedazo de ala y algunas herramientas.
ANTOINE- Bonjour, Madame.
ADELA- Ah, c`est vous, finalment!
ANTOINE- Moi?
ADELA- Sí, usted!
Adela canta a modo de presentación:
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ADELA- ...partir, a partir
En el sur la montaña se viste de novia cuando llega el invierno y la luna del
verano se desnuda cuando los marineros sueñan con un país lejano...
Interrumpe su canción y pregunta:
¿Es que nadie va a enviar a buscar mil maletas al muelle?!. Exijo que venga mi
empresario!
Antoine ya se ha puesto a trabajar en su avión
Es que alguien va a recibirme!. Sonno Adela Antonia Campi!. Sonno stata
invitata per inaugurare un grande teatro in Patagonia.
Antoine interrumpe su trabajo, la saluda y continúa el rearmado de su aeroplano.
ANTOINE- Enchanté: Antoine de Saint Exupery.
Llega Hugo a la carrera, ya no trae su maletín. Cruzado al pecho lleva un cinturón de balas y en su cintura, un largo revólver y no un teléfono inalámbrico. Deja junto al avión otro pedazo y se acerca a Ema con una flor:
EMA- Ema. Tenga: Permítame. La encontré. Es para usted. Estaba próxima a ser
Consumida; pero, mírela, conseguí salvarla. Es suya, Ema. ¿Qué le pasa?. ¿Me está
oyendo?. Contésteme, por favor. Es una flor, ¿la ve?, la última; aguarda un poco de
humedad. Deme la mano, tome. Observe sus pétalos.
ADELA- Una flor? Entonces mi empresario es usted! Aquí estoy, soy Adela Campi, la
cantante. Y, ¿Qué está esperando?. Me va a hacer el recibimiento o no?
Adela quita la flor de las manos de Hugo.
Muy bien, dígame dónde están mis habitaciones. Y luego que me acomode iremos al teatro con la orquesta para un ensayo: Teatro Italiano de Trelew, no?
HUGO- Ya no existe, señora. Se hundió. Cayó con gran estruendo y sin que nunca se haya
escuchado en él una sola nota musical. Su derrumbe sonó como una sinfonía al
potasio...
ADELA- Ma, comme...!
Adela se prepara para cantar:
...partir, partir al sur...!
Pero Hugo la interrumpe:
HUGO- Potasio. Potasio...! Profesor, ahí!
Hugo ha reconocido la emanación
Ema, Antoine, hay que salir de aquí!
Se oye otro gran derrumbe
Me oyen?. ¡Ema!
Adela comienza su canción. Charles y Antoine escuchan, entusiastas:
ADELA- ...Partir, Partir al sur
La travesía abre un surco en el mar
para que el cielo se fecunde de horizonte y azul
el viaje abre un surco en el corazón de los marineros
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para que olviden el nombre del enamorado
que las redes tejen al mediodía...
HUGO- ¡Pero es que no lo entienden! Hay que dejar este lugar. No es posible esperar un
segundo más. Ema, usted comprende perfectamente lo que estoy pidiéndole!!
ANTOINE- Muy bien, sublime. Usted canta maravillosamente!
HUGO- ¡Pronto quedaremos atrapados!
ANTOINE- Muy bien, Hugo. Tendremos el avión si usted se decide a ayudarme. Hay que
volver a reunir las piezas, ajustar las tuerquitas, calibrar el motor, limpiar el instrumental...
Adela, canturreando, ha llegado a orillas del mar. Encuentra una botella. Hugo se la arrebata:
HUGO- La botella: profesor Darwin, mire!
Darwin mira su reloj de bolsillo, va en busca de la botella, pasa apurado al lado de Adela cuya presencia, sencillamente, lo ha conmovido.
ANTOINE- Otra vez con lo mismo!
Charles abre la botella. En su interior encuentra un tubito de laboratorio con la sustancia solicitada y una nota.
HUGO- Lea, profesor!. Lea!
ANTOINE- Pero cómo?!. Entonces, resultó!: Si usted quiere, profesor, como se trata de una carta...
HUGO- Bueno, profesor, qué dice!
Charles lee la carta: durante su lectura se demora y mira de reojo, con vergüenza a Adela:
CHARLES- Sociedad Científica de Londres.
Profesor Dr. Charles Darwin, su despacho.
Distinguido y querido colega:
Mucho apreciamos recibir noticias suyas. Esperamos que al recibo de la presente se encuentren todos bien. Aquí va su pedido según detalle:
10 gramos de triabosis en solución al tres por mil. Adjuntamos factura correspondiente por el importe de su pedido.
Post-data: nos sentimos honrados de que nos haya distinguido con su preferencia. Su labor científica en mucho contribuye al bienestar de los pueblos, la paz mundial y el equilibrio de las naciones del orbe. Hacemos propicia la oportunidad para hacerle presente a usted las expresiones de nuestra altísima consideración.
Firma: Adam Stevens Wedgwood.
HUGO- Muy bien!
ANTOINE- ¿Dice algo más?
CHARLES- Es personal.
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ANTOINE- Diga, diga!
Charles está turbado ante la presencia de Adela. Lee en voz baja a Antoine:
CHARLES- Muchos saludos y recuerdos de Miss Clementine.
HUGO- Dr. Darwin, recibió lo necesario?
CHARLES- Así es... veamos.
Charles va a su laboratorio. Consulta sus anotaciones. Busca algún instrumental, lo selecciona:
Muy bien, muy bien.
Prueba alguna muestra de Triabosis en alguna probeta:
¡Perfecto!. ¡Excelente!
Se vuelve a oír un nuevo desprendimiento. Hugo, inquieto, preocupado, comienza optar el horizonte. Adela, siempre elegante, se pasea cantando algún fragmento de una canción predilecta.
HUGO- Han recomenzado, otra vez.
CHARLES- Hagan silencio, señores. No señorita, no lo decía por usted... Debo trabajar.
Trataré de probar con mi fórmula es posible interrumpir la cadena de extinción del potasio, por efecto de los factores que conforman los elementos naturales de la tierra...
Charles se inclina en el suelo. Toma un palito, lo frota, como si quisiera hacer fuego. Mezcla el contenido de la probeta con algunas hojitas en un a pequeña vasija. Cuando la mezcla está lista se incorpora y comienza a dispersarla por todas partes
Ya está. Ahora hay que esperar unos instantes.
Lleno de vergüenza contempla a Adela. Va a esconderse. Hugo sigue interrogando el horizonte:
HUGO- Van a volver. No fue suficiente con la lección que les di!.
CHARLES- Schhh...no hable.
El humo casi ha desaparecido. Charles vuelve a inclinarse sobre la tierra. Toma una muestra. Va a su laboratorio y hace una inspección con su gran lupa.
ANTOINE- ¿Qué está haciendo ahora, profesor?
CHARLES- Un momento, por favor. Tenga la amabilidad de no interrumpir el curso de las
investigaciones.
ANTOINE- Pero, ¿qué es?
CHARLES- Los resultados estarán con mayor celeridad si nadie interrumpe el proceso de
experimentación.
ANTOINE- Pero es que yo quiero saber.
CHARLES- Todos queremos lo mismo. Pero nadie sabrá absolutamente nada si no me deja
tranquilo!
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ANTOINE- Mírelo, Hugo, el profesor no me deja...
HUGO- No hable! Creo que ya vienen, de nuevo!!
CHARLES- ¡¡Eureka!!
ANTOINE- ¿Qué pasa?
CHARLES- La ciencia ha dado un paso adelante. Hemos encontrado la fórmula de
restablecimiento del sistema en los elementos de la tierra!. La solución es
ésta:
Charles muestra un pergamino lleno de fórmulas
Aquí.
ANTOINE- ¡Extraordinario!
Hugo, que no deja mirar el horizonte, pregunta al profesor:
HUGO- Halló la solución, profesor Darwin?
CHARLES- Así es. La ciencia ha triunfado.
ANTOINE- ¡Estamos salvados!
ADELA- ¿mi teatro?
ANTOINE- Le haremos uno nuevo. Grande, inmenso. Con una acústica excepcional,
mejor que ninguno y usted, Adela, lo va a inaugurar!. A quién va a dedicar su primera interpretación?
Adela mira a todo el mundo. Charles se esconde.
ADELA- Ya lo pensaré.
ANTOINE- Pero, por qué? Usted dijo que había encontrado una respuesta. Que de ahora
en adelante la tierra tendrá potasio... ¿No?. ¿No es así?
CHARLES- Será así, sí, mientras cuente con más triabosis en solución alcalina al tres por
mil. La Sociedad Científica de Londres sólo me envió 10 gramos. ¿Qué
espera que haga con sólo 10 gramos?. ¿Encontrar la solución para la falta de
potasio para el planeta entero?
HUGO- Se necesitan más insumos. Sin demora, profesor, sin perder un solo instante:
escriba!
ANTOINE- ¿Pero cómo va a llegar el pedido?
HUGO- El profesor sabe cómo!
Charles escribe una nota. La mete en la botella. La tira al mar. Luego mira su reloj de bolsillo.
ANTOINE- Ah, claro, cómo no lo imaginé antes!
Hugo, ahora tendrá que ayudarme con el avión, ¿eh?: tenemos que terminar
de armarlo.
HUGO- No puedo. La noche ya está aquí.
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ANTOINE- Por qué no puede. Cuando el profesor tenga la fórmula preparada iremos hasta
el planeta donde vive el hombrecito y desde allí dispersaremos la sustancias, bien de lo alto, y no habrá rincón de la Patagonia ni del mundo entero que no reciba una parte...
HUGO- Tengo que irme, ya no puedo demorarme. Con la catástrofe hay quienes entran en
las escuelas y quitan los libros a los niños. Yo no puedo permitir eso. Les quitan los libros, se los arrancan de las manos!. Llegan y arrasan y dicen y amenazan que,” en el estado de emergencia, que la catástrofe, hay una sola y única historia:
una, igual para todos y que todos deben aprenderla: que ese es el camino de la salvación, la única salvación!!”
ANTOINE- ¿Qué hacen, después con los libros?
HUGO- Los usan para tapar los precipicios, las grietas del potasio!
ANTOINE- ¿Quiénes son?
Hugo parte a la carrera:
HUGO- Todos saben quiénes son... !!! Adiós, Ema!
ANTOINE- Y yo solo, nunca voy a terminar con el avión.
Antoine se va en busca de otros pedazos del aeroplano. Adela canta; Charles, la escucha embelesado:
ADELA- ...partir, es el tiempo de partir
Los puertos son nubes
y las nubes en el cielo tienen el color del deseo
que el que desea coma el fruto del goce
marineros,
que el que goza coma el fruto del olvido...
Charles quiere tocar el sombrero de Adela, cautivado por sus plumas
¡salga de aquí!. ¿Qué hace?
CHARLES- ...en los terrenos calcáreos se originan a veces grutas, debido a la acción
disolvente del dióxido de carbono y el agua, que forman la sal soluble, el carbonato ácido de calcio...
ADELA- ¡qué hace!. ¡Atrás, no de un paso más!
CHARLES- ...el monóxido de carbono y el ácido oxálico son dos gases que se producen
conjuntamente, por eso... ¡por eso hay que separar el ácido oxálico haciendo
burbujear la mezcla a través de una solución de hidróxido de sodio..!
Charles, con su verbo inflamado, expresa su amor:
ADELA- ¡Sáquenme este bicho de aquí!!. Ayuda!!
CHARLES- ...las rocas que forman la corteza terrestre, con excepción de las rocas
calizas y dolomíticas, tienen silicio en su estructura...
ADELA- Señora, usted, ayúdeme
Pero Ema no responde.
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ADELA- Qué hace. Qué quiere de mí. Mi sombrero? ¡Le doy mi sombrero, pero aléjese!
CHARLES- Cuando el carbonato ácido llega a una caverna o una gruta abierta dentro de la
corteza terrestre, por disminución de la prisión, se produce una reacción de
derecha a izquierda con la separación de carbonato normal insoluble...
ADELA- Sí, sí. Creo entenderlo. Pero no puedo amarlo, no...
CHARLES- ¡El carbonato normal insoluble forma estalactitas, caen del techo de la gruta,
en el suelo se denominan estalacmitas!
ADELA- No. El amor es otra cosa, señor profesor. Compréndame. Yo estoy entregada al
arte. El canto es mi vida. Viajar. Entregar lo mejor de mi al público. Navegar en
el vapor, con la compañía, de una capital a otra. ¿Me comprende?. Mi existencia
está entregada a la soledad de la inspiración. Y cuando el recital concluye y las
luces del gran teatro se apagan una a una, hay otra voz que habla en mí, que no
surge de mi garganta: es mi sueño que está hecho de nieve, porque cuando nieva
los pájaros buscan refugio en el hueco de un árbol, y yo quisiera estar allí, hasta
que el último copo se disuelva en una canción menos triste..
CHARLES- En la playa un ave del paleolítico ha hecho su nido!
ADELA- Lo siento, no puedo corresponderle.
Regresa Antoine con otro pedazo de aeroplano.
ANTOINE- ¿Qué le pasa?
ADELA- Sáqueme esta cosa de encima. ¡es horrible!. Le di mi sombrero. Le encantan
las plumas, parece!
ANTOINE- Plumas de pingüinera? Tal vez esas plumas le traigan recuerdos, Madame...
ADELA- Este salvaje quiso arrastrarme a su nido!
ANTOINE- El profesor Darwin?. Profesor?
CHARLES- eh... yo...
ANTOINE- Debería usted saber, señora que el profesor Darwin, con su descubrimiento,
se ha convertido en el sabio más importante que existe en todo el mundo: su fama no conocerá fronteras, será recibido por los altos dignatarios y reyes y recibirá honores en los grandes centros de estudios de las más antiguas universidades...
ADELA- Bueno, yo, claro, por supuesto, siempre supe que el profesor, tan atento...
ANTOINE- Un insigne estudioso. Gracias a su descubrimiento la humanidad será salvada
de...
Pero Antoine se interrumpe. Otra vez regresa al lento ruido de un desplazamiento de tierras gigantesco. Pero, esta vez, entre el sonido devastador, se escuchan voces que piden auxilio:
ADELA- Eso es... ¡un llamado!. ¡¿De dónde viene?!
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ANTOINE- ¿De dónde viene?: de aquí, de ahí, en las dunas, del confín del océano. De
todas partes.
De nuevo el ruido, más cercano: se oyen voces de auxilio todavía más nítidas
La noche es clara: muy útil para encontrar cilindros de avión dispersos en la
playa!
Antoine se va.
Adela se adelanta, preparándose a cantar. Darwin ha vuelto a su laboratorio:
ADELA- Profesor, ¿quiere venir un momento?
Profesor...
Adela se dirige al público:
Querido público. Esta noche inolvidable en que inauguramos este hermoso
teatro, quiero dedicar una canción a alguien que ... a alguien que... bueno,
me han emocionado los aplausos. Un recibimiento como el que he tenido esta
noche lo llevará aquí, para siempre; no los olvidaré. No olvidaré estos palcos anchos, generosos, cubiertos de ramilletes, ni un bullicio alegre en las graderías.
Un artista cree que cuando la luna aparece en el cielo, la noche se transforma en caracola para que los niños hagan una promesa. Por eso, ahora, si son tan amables, escuchen mi canción:
... que la sonrisa de esos pequeños
madure como un fruto sin luz
en el corazón de la luna
que la luna mienta a las barcas
y nadie encuentre el sueño en el mar
que el mar traiga a mí
viajero
dame tus ojos para dibujar el horizonte
una estrella con mi soledad
dame tu boca para dibujar en el último amanecer
la palabra amor
que el amor te traiga a mí
viajero
que las barcas unan sal y olas donde reflejar
un solo instante tu rostro...
Darwin se esconde, emocionado. Adela se inclina ante Ema
señora... muchas gracias... gracias, de nuevo...!
Regresa Antoine con más pedazos de su avión. Su trabajo ya va demostrando algún resultado: parte de la hélice sobresaliendo de lo que ha quedado de las alas, entre las ruedas destrozadas del tren de aterrizaje, dan la imagen, muy precaria, del perfil de un viejo avión:
ANTOINE- ¡Es un milagro. Lo encontré intacto!
Llega Antoine con un tanque a cuestas
¡Profesor. Ema!: la bencina: la carga de combustible, miren, está intacta!
Llega Hugo, cansado.
HUGO- Buenas noches, Ema. Tengo algo para usted.
Hugo desenvuelve un paquete. Le ofrece a Ema una cajita de música
21
Mire. Ábrala. La tapita, ¿ve?. Es suya, alguien la olvidó en la cordillera, en un valle, donde antes el eco traía la voz del cóndor.
Antoine ha vuelto al trabajo. Adela se pasea cantando bajito alguna canción.
¿Quiere escuchar, ¿sí?
¿No es cierto que sí?
Hugo abre la cajita y se oye entonces su música de miniatura
¿Le gusta, eh?
Ema, yo quería decirle que... ¿por qué no viene conmigo?. No, por favor, no
vaya a pensar que yo... digo: trabajar conmigo... comienzo a recuperar libros.
Algunos. Otros se han perdido para siempre. Pero cuando llega la noche alguien
tendría que abrir las ventanas de las escuelas para que el rocío, lo que resta,
dibuje una sonrisa en la pupila de las criaturas. Y yo pensé que tal vez usted...
Una vez más un desprendimiento ahogado y devastador
... por vez primera, en la historia de la civilización, a causa de éste catástrofe,
podemos afirmar, con alguna precisión “- tengo este tiempo para vivir”. Es un
tiempo construido con la seguridad del plan que amasan las hecatombes: la
harina es la diferencia; la sal, la estupidez, y el agua que une esos elementos,
el poder que despoja. Pero el agua, ya lo ve por todas partes, el agua se ha
transformado en cristales derramados en la cavidad del corazón.
Ema... Ema, yo... ¿el amor es una larva? ¿Qué es?: ¿es una forma de vida o es un
fantasma?. ¿Qué es, Ema?. ¿Está escrito en los libros?. Yo sé que usted puede
decírmelo, basta con que me mire. Basta con que nos miremos a los ojos, una
sola vez. Nada más, Ema. Será suficiente, ¿me oye?: los ojos están limitados por
tres membranas. Estas membranas son cosidas en el taller de los ciegos. Ellos
quitan el hilo necesario de una estrella fugitiva, extraviada en las hullas de las
palmas de las manos...
ANTOINE- Hugo, venga. Necesito que me ayude. Es una operación muy delicada.
Tengo que unir la carga de bencina, al compartimiento de la caja de explosión
en el motor y solo encontré cable achicharrado. Tengo miedo de que si no
logramos rearmar el sistema de combustión no nos será posible remontar
vuelo...
Hugo le ofrece un trozo de cable
HUGO- Aquí tiene. ¿Es lo que necesita?. Lo encontré donde termina la playa.
ANTOINE- Tenemos suerte!. Está casi entero. Venga.
HUGO- Ahora me voy. Se ha cumplido el giro de la media noche. Me espera una gran
lucha. No sé qué hago aquí, todavía.
ANTOINE- Quédese!
HUGO- Adela, usted podría ir con Antoine!
Pero Adela canta uno de sus fragmentos musicales preferidos.
Ema!
Yo no puedo quedarme más tiempo: ¡Usted puede ayudarlo. Sé que me está
escuchando: es la oportunidad para todos, aquí: viajar a ese territorio: un planeta
donde vive ¿quién, Antoine?
22
ANTOINE- Bueno, no lo había dicho hasta ahora, pero quiero expresarles que se trata
de un principito...
Adela interrumpe la canción:
ADELA- Un pequeño príncipe!. ¿De qué corte?. Tal vez ya nos conozcamos. Es muy
posible que, en alguna de mis giras estuviese escuchándome, en un pequeño
salón, íntimo, entre cortinas que la brisa transforma en ahogado suspiro...
HUGO- Profesor Darwin, ¿cuándo llega ese cargamento?
Charles no responde
Profesor, contésteme. ¿Qué pasa?. Ese cargamento no tendría ya que estar aquí,
con la triabosis?
Conteste!
Charles mira su reloj de bolsillo. De hecho, lo ha estado mirando de tiempo en tiempo.
CHARLES- Ya tendría que estar aquí.
ANTOINE- Y bueno, también... ir a pedir insumos esenciales para recuperar el potasio en
la tierra, para salvar a la especie humana y confiar en una botella tirada al mar,
francamente, qué quiere que le diga...
ADELA- ¡Cómo se atreve a importunar al profesor Darwin, señor!. ¡Qué coraje, qué
insolencia!. ¿Acaso no sabe que el profesor será condecorado con la más alta
distinción que otorga el gobierno de Su Majestad?. Habráse visto tamaña
insolencia!. Para la ocasión ya ofreceré un recital con las canciones preferidas
de Charles, para que sepan!; y no sé si a usted le va a llegar la invitación...!
Mientras Adela habla, Hugo se va, extenuado. Ema lo sigue con la mirada, tal vez haya dicho alguna palabra que nadie oye
Y este otro señor se fue. Qué desconsiderado. Una gran lucha, ¿dijo?. ¿y
contra quién es esa batalla?. ¿Nadie me contesta?
El gas potasio vuelve a surgir de la corteza terrestre
¿Charles?
Charles se refugia en su laboratorio
Está bien querido. Sigue con tu trabajo. Yo cuidaré que nadie te importune, ni
siquiera los aviadores de línea, ¿sabes?
ANTOINE- ¡Hay que ver un poco la ocurrencia!: Una botella tirada al mar un pedido
de insumos a Londres, nada menos. ¿Por qué me habré dedicado a la aviación,
yo?: otros colegas escriben libros y hacen periodismo, otros, cuidan recién
nacidos; otros, van a los Alpes para curarse la tuberculosis!.
Antoine toma una pieza, trata de darle una ubicación adecuada.
Y esto, dónde iba?. No me acuerdo, ahora. Era por este lado. No, parece que
no. Era en el tablero?. No, tampoco. Entonces?. A ver: parece que aquí podría
encajar, podría ser...
Charles mira su reloj constantemente. Está muy abatido.
ADELA- Vamos, Charles. Ya va a llegar. Algún problemita en las remesas o en el tráfico o
alguna demora.
Charles se esconde, avergonzado, triste.
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CHARLES- No. No había posibilidad de error. Se trata de otra cosa: es mi fracaso.
ADELA- ¿Su fracaso?: usted, el científico más célebre que exista! ¿A quién le dice eso, a
su Adelita?
CHARLES- El fin de mi carrera. ¿De qué han servido tantos años de estudio?
ADELA- ¡Su descubrimiento es el comienzo de una carrera de éxitos en el gran escenario
de la ciencia.
CHARLES- No. Es el fin. He trabajado solo. Soy un salvaje, por eso?. Soy un primitivo.
¿A qué tribu pertenezco, en definitiva?. No provengo de la división catirrina o de los semiadeos?: un pez, un mamífero, un ave, un anfibio, un reptil, ¿qué soy?: todo partidario de la evolución admitirá que descendemos del mismo prototipo, ya que estas clases de vertebrados tienen entre sí, sobre todo durante el estado embrionario, gran número de caracteres comunes...
ADELA- Cómo habla, qué encanto!
CHARLES- ...a los que no han seguido los recientes progresos de la Historia Natural, les
parecerá monstruosa la opinión de que, animales tan distintos entre sí como un mono, un pingüino, un elefante, un colibrí, una serpiente, una rana, una trucha, hayan podido, todos, descender de unos solos mismos antecesores. Esta opinión implica la existencia anterior de eslabones intermedios, encadenado estrechamente entre sí todas esas formas; en la actualidad, tan distintas. Encadenando todas, sí menos a un fracasado como yo. ¡No hay lugar para un fracasado en el reino de la naturaleza...!
ANTOINE- Emanaciones de potasio otra vez, profesor!. Por todas partes. Habrá que
apurarse, ya no hay nada que esperar.
Saint Exupery toma una palanca, la sujeta al nudo de la hélice y la hace girar lentamente.
Veamos si funciona. A ver. No. Otra vez.
Se oye por unos instantes al motorcito del aeroplano que resopla, hace esfuerzo y se apaga, extenuado.
ADELA- Lo está consiguiendo!
ANTOINE- No. Así no va. ¿Cuánto tiempo nos quedará? Los desmoronamientos llegarán
aquí cuando menos nos demos cuenta!
Antoine trata, desesperadamente de hacer funcionar su nave, mientras llega el sonido terrible de un desmoronamiento cercano. Antoine saca un pedazo de motor: busca, enchufa y desenchufa cables, pega martillazos:
Charles?. ¿No tendrá por casualidad en su laboratorio un lubricante para poner
un poquito aquí, fíjese, entre el pistón?. Porque sabe, lo que creo es que es este cilindro, ve, el que no llega a darme la rotación, ¿me explico?. Digo, profesor, algún lubricante, de esos industriales o para la casa, que se utilizan a diario...
CHARLES- Sí, sí, espere. Tengo, ¿pero dónde?, ésa es la cuestión, porque con este trabajo,
de un tiempo a esa parte, no sé, déjeme ver...
ANTOINE- Un poquito que le sobre, aunque más no sea, para este cilindro...
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CHARLES- Usted querrá decir una vértebra.
ANTOINE- No, profesor, un cilindro para que dé la rotación y podamos salir lo antes
posible. No sabemos cuánto nos queda para que venga el desmoronamiento!!
Se escuchan ahora explosiones siniestras entre un griterío agónico. Adela, asustada, vuelve a cantar:
ADELA- ...escuchen los que navegan
el porvenir es un precipicio abierto como el dolor
y los tiempo que vendrán dibujarán en el cielo
el reposo de los enamorados entre una tormenta perdida en la razón...
ANTOINE- Apure, profesor!
CHARLES- Creo que algo encontré!.
ANTOINE- Menos mal,dígame¡
CHARLES-Sí, a ver: esto es... llantén, que usted debe conocer como plántago major,
bueno para el dolor de riñón y entumecimiento de la musculatura; y acá, además, le traigo una hojitas de matico, que usted debe conocer como angustifolium, que da muy buen resultado para el dolor de nuca, la ciática y la artritis en los pies...
ANTOINE- Por favor, sáquenmelo!
CHARLES- Ahora, si combinamos el llantén con el matico, vamos a tener lo que usted
anda necesitando.
ANTOINE- ¡Fuera!. Déjeme trabajar: qué cree que me está trayendo ahí?!
CHARLES- Lo que usted me pidió, Antoine. Para curar el patagoniopetecus, si las
complejidades hipotalámicas de su encéfalo lo dejen, con esta mezcla que preparé yo mismo vamos a andar bien con la lipogénesis, ya va a ver: déle, déle que tome, que en un ratito ya se va a sentir mejor y ya se va a levantar, va a salir y se va a refrescar en el aire que nos va quedando, ¿me entiende?
ANTOINE- No puede ser!. Por qué a mí!. Por qué no me dieron el avión correo para ir ala
Martinica!
Las emanaciones crecen. Ema se mueve, mira a su alrededor, inquieta... Antoine tira el preparado que Darwin le alcanzaba
Ya no hay nada que hacer.
ADELA- Cuide sus palabras cuando se dirija a mi Charles!. Más respeto!
ANTOINE- Discúlpeme, profesor. Estoy agotado. Le agradezco su intención, pero me
temo que usted no tiene la clase de lubricante que necesita mi pájaro, eh, quiero decir eso que tengo ahí. Déjeme que le ayude: vamos a juntar una por una las hojitas del llantén y matico. Total, ya no podemos hacer nada. El tiempo se acabó. Es el fin..
Antoine recoge las hojitas. Entona una de las canciones de Adela:
Cuénteme, señorita Adela, cuál fue su último recital antes de ser contratada
por el empresario patagónico?. Por qué no me habla, también, de sus giras, de
sus éxitos. ¿Conoció a Toscanini?. Sabe por qué lo pregunto, porque el
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maestro Toscanini, en una ocasión, por una emisora, creo que de Nueva York, hizo un homenaje sinfónico a la bahía de Nápoles y si mal no recuerdo usted era la solista, ¿puede ser?. ¿Eh?.
Y había sido, nomás, Adela. Así que, en homenaje al recuerdo de Saint Exupery, comienza a cantar una típica canción napolitana. Unos instantes después, Charles la interrumpe:
CHARLES- ¡Qué hora es?!
ANTOINE- No sé...será, tal vez...cerca de las cuatro de la madrugada ya...
ADELA- Oh, me asustaste!. No uso reloj, querido. Es mi empresario que me dice siempre
a qué hora comienza el espectáculo.
Llega Hugo, malherido. Trae un bulto de papeles teñido de sangre.
HUGO- Faltan catorce minutos para la cinco de la mañana. Es el último amanecer.
CHARLES- Ya me parecía. Ya me parecía. No podía esperarse una informalidad
semejante, por supuesto!
ANTOINE- ¿Y ahora, qué le pasa?
CHARLES- ¿Saben qué hora es en este momento en Londres?: las cero horas cuarenta y
seis minutos exactos!
ANTOINE- ¿Y con eso, qué?
CHARLES- Qué había olvidado la diferencia horaria y que desde hace tres minutos
debemos tener noticias!
Charles va a orillas del mar y toma la botella que llega de Inglaterra vía marítima
¡Aquí está!
ANTOINE- Increíble ¡C’ est superbe!
Adela y Antoine se arremolinan alrededor del profesor. Hugo apenas sise mueve. Charles abre la botella. La botella contiene una carta.
ADELA- Lee, Charles. ¿Qué dice?
ANTOINE- Cuente!
CHARLES- Sociedad Científica de Londres
Profesor Doctor Charles Darwin. Su despacho.
De nuestra mayor consideración:
Hemos recibido su atenta nota por la que se
nos solicita el urgente envío de una entrega de triabosis en solución alcalina al tres por mil. Lamentablemente no podemos dar curso a su pedido por cuanto no se ha recibido hasta el presente el importe de la factura de la remesa anterior. Cuando se haga efectivo el pago procederemos, de acuerdo a las existencias del momento, a cumplimentar la solicitud. Atentamente.
Firma: Adam Stevens Wedgwood.
ANTOINE- ¿Dice algo más?
CHARLES- Es personal.
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CHARLES- post-data: muchos saludos de Miss Clementine.
ANTOINE- Esto es intolerable: Miserables!
CHARLES- No comprendo. La sociedad Científica de Londres fue destinataria de mis
mejores esfuerzos dedicados al estudio, la investigación...
Hugo, en el límite de sus esfuerzos, se acerca a Ema.
HUGO- Ema. Le he traído algo. Algo que usted, sólo usted puede conservar. Leningrado
ya no existe. Entre sus ruinas, en el sótano de la gran Biblioteca, cuando luchaba contra los saqueadores, encontré esto. Podría perderse, hasta que en un futuro, quizás, se reconstruya la ciudad. Quizás. Ema, escúcheme. Por favor, guárdelo. Es la obra inédita de Sigmund Freud. Por favor. He venido a dejársela. ¿Me escucha?. Me voy...
CHARLES- No, no se va, Hugo. Yo voy a curarlo. Venga, permítame.
ANTOINE- Déjeme, doctor Darwin. Vamos a acomodarlo aquí. Así. Eso es.
ADELA- Qué quiere que le cante?
HUGO- No puedo. Tengo que seguir. No puedo abandonar ahora!
CHARLES- Mire, tome un poco de esto. Tiene rico gusto, ya va a ver. Es el mejor
lubricante que se consigue. No hay otro mejor, es para el cilindro y el pistón. Así la rotación va a andar mejor: sí, con confianza, es un preparado del llantén y matico, no hay mejor lubricante!
Hugo bebe.
CHARLES- Adela, usted, con su hermosa voz, cante algo, una canción sencilla, para que
Hugo se reponga.
ADELA- ...el tiempo, escuchen los que navegan
no es ni piel ni fiebre, ni la vergüenza de los delatores
el tiempo es un timón de náufragos
y una voz en el cielo deshecho
atrapada con cada amanecer en el rocío...
CHARLES- ¿Ya está bien?. ¿No es cierto que sí?ANTOINE- ¿Rico el tecito?
Hugo se levanta y, con nuevas fuerzas, sale a la carrera:
HUGO- Adiós, Ema!. ¡Hasta siempre. La llevo en mi corazón!: ¡Ahí voy: se acabaron los
verdugos...!!!
Una claridad extraña invade la atmósfera.
CHARLES- Miren...
ANTOINE- Allá!.
Darwin, Saint Exupery y Adela, fascinados, contemplan el firmamento
ADELA- ¿Qué es?
CHARLES- ¡es el cometa del fin del siglo...!
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Ema ya no se hamaca y casi va con los demás para ver el paso del cometa:
EMA- Si la mujer que vive a orillas del mar se golpea el pecho, el corazón de noche suena
como una campana que llama al pescador cuando la tormenta se aproxima. Si la mujer mira en el fondo de las olas cómo se deshace la luna llena, su vientre crecerá como la curva de una almeja. Pero el pescador, todavía en alta mar, tira su red, una y otra vez, para hacer con los huesitos de un pez un sonajero que el sueño agitará en una cuna.
Antoine hace girar la hélice de su avión:
ANTOINE- Suban!!!. Partimos!!
Charles y Adela se ubican detrás de Antoine, ya en el avión.
ADELA- Pero el aeroplano no funciona. No anda, señor!. ¿Qué quiere que hagamos aquí
arriba?!
ANTOINE- Ya sé, Adela. Ya sé.
CHARLES- Entonces, dónde vamos?. No es este modo de tratar a las aves!
ANTOINE- No me responde. No sé. Parecía que...
CHARLES- usted nos había hablado de un planeta donde vive un pequeño hombre. Un
principito. Y bueno, entonces, vayamos allá!. Cuando lleguemos le pediré un
préstamo para enviar a la Sociedad Científica de Londres.
ANTOINE- Es que...
ADELA- ¿Qué pasa?. Usted dijo que...
ANTOINE- Sí, yo dije, sí!. Pero el principito y su planeta están en mi libro y el libro
todavía no está terminado y entonces no sé cuál es el camino. Era para allá? Para allá...?
o, no, me parece que era...
Se escucha ahora, con toda potencia, el sonido del avioncito: el vuelo va a comenzar. Y, enseguida, entre el ruido del último desprendimiento, se oye:
VOZ- Atención. Todos listos. Nuevo pedido para las escuelas!:
Enciclopedias, diccionarios, summa artis, novelas de caballería, cuentos de hadas, cuentos de la buena pipa, historias de amor, historias de terror, leyendas y mitos, cuentos de nunca acabar. Repito: enciclopedias, diccionarios, summa artis, novelas de caballería, cuentos de hadas, cuentos de la buena pipa, historias de amor, historias de terror, leyendas y mitos, cuentos de nunca acabar.
FIN
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